Tu caja de peines me recuerda
que no es suficiente
con que la bandera deje de ondear.
Superarla es como quedarse
sin aliento.
Las líneas trazan azulejos,
la vida se alimenta
de lo que queda en los rincones
(pequeños periódicos,
el bombón helado...).
Detrás de su madrugada
hay un hombre con la piel
de los que olvidan.
Despiertas.
Dejas una flor sobre el pan
que me dice
adonde vamos.