Era claro y era un sueño
pero era su mano
como su rostro en los visillos
un gas fantasmal sobre las pantallas de morfina.
Como en un torneo los paraguas se levantaban
al cielo y caminábamos entremetidos
en pequeñas electricidades
y así tallábamos nuestra belleza en el espacio
nunca
la luz entró en aquellos jardines
como entró junto a nosotros
y la danza de las hojas
(también caen en primavera)
como una herida esmeralda
palpaba las vísceras hermosas
las alas de estreno
el antifaz de espejos y relámpagos.
El vestido blanco, el borde de las aceras
para ejercicios de funambulista,
telefonía astral de pasos que zumbaban
en el pasado de los objetos.
Las flores se abrieron dos veces
aquel día
la vida volaba
el cielo estampado
en tu pelo era como la droga carmesí
que se ataba a los fuegos que nos amaban.
Las piedras eran un lujo, eran pura seda,
puro uniforme de colegio. No había lagunas,
nada de rosas. Tú y yo éramos de azafrán.
Los ojos vibraban saqueados por las cúpulas de plomo,
completamente soñados,
únicos, elementales.