Ida y Vuelta
Sabernos tan distintos como se puede ser
al ser nosotros mismos,
sin nombre, ni color, ni sonido.
Decir que vivimos ésta noche
aunque sigamos transitando sólo en la memoria.
Organizar palabras,
pretender que residimos en ellas.
Éste conjuro silencioso
tan lejano a sentirse muerto
es un mar nacido de linternas mágicas.
Comprendemos las voces
pasando de unos a otros desde nuestra vida,
pero cuando pretendemos la lógica
sólo contamos con los dedos los números de lo incierto.
La paz es interminable.
Solo hay luz en las habitaciones del misterio.
Decir que vivimos en ellas,
que quien nos habita también es habitado.
Una magnolia se deshoja
en su pálido lenguaje. Así nos mentimos.
Alzar lámparas que iluminan viejas escenas.
Allí donde comenzó el silencio fuimos tan fértiles
como la esperanza,
contemplamos un momento la juventud de un árbol.
Sus frutos aun se disuelven sobre el amanecer
con un crepitar de infancia y niebla.
Así es el mundo ante nuestros ojos,
una exactitud sin nombre.