Queremos nuevos ladrones. Identidades portátiles.
Habitar las casas de enfrente,
un jardín eléctrico de noche,
un jardín de piedra y zinc de día.
Un jardín iluminado en el fondo de una ola,
un jardín de carne y hueso contra nadie.
Queremos espaldas libres,
labios laicos, libros limpios.
Escuchar bien el calendario,
que lleguen las cartas que deseamos no haber escrito.
Queremos un jardín que aprenda a ser bar de esquina,
y un nosotros sin miedo (con cielo al fondo).
Un jardín que aprenda a caminar descalzo,
que dé frutos sin tos, que pida sombra.
Y que no sea el tuyo.
Y que no sea el mío.