31 de Marzo 2011

Menos siete letras

Es una afección rara dicen los médicos. Que hay pocos casos conocidos. Que no se ha estudiado en profundidad, todavía. Dicen que lo sienten mucho. Dicen que no pueden hacer nada. Dicen que saben que no es fácil, que aprenderé - y lo vas a hacer, ya verás como lo haces - a vivir con ello.

[Vivir con ello es lo mismo que vivir sin ellas. Eso no me lo dicen. Quizá porque también ellos sufran de algún tipo de afección insólita].

Agrafia mixta primaria. Como si decir tres palabras juntas significara algo.

Incapacitación adaptada para expresar ideas por escrito - me aclaran.

No tener ni una puta palabra que llevarme a las manos - me he dicho.

Pero puedes razonar, imaginar, leer. Puedes hablar. Puedes...

Como quien dice no queda vodka, pero toma un zumo.

Como quien dice has perdido el corazón, pero te queda el páncreas.

Cuatro días en el hospital.

Me preguntan cuándo tuve el accidente. Quién conducía. Si me golpeé frontal o lateralmente. Si tuve pérdida de conciencia y durante cuanto tiempo. Si tuve hemorragias nasales o auditivas. Si recordé lo sucedido al despertarme.

Me han preguntado si de pequeño tuve alguna lesión. Si he padecido algún accidente cerebrovascular. Si alguno de mis familiares es hipertenso.

Si me han operado y de qué. Si tengo alergia o intolerancia a algún medicamento.

Cuatro días.

Si sufro o creo que pudiera estar sufriendo alguna enfermedad de transmisión sexual.

Si soy claustrofóbico.

Si acepto dar mi sí para una radiografía craneal, para un TAC, para una...

Si tengo objetos de metal en los bolsillos.

Cuatro días.

Pero nadie - ni el neurólogo ni el neurocirujano ni el neuropsicólogo - me ha preguntado por las palabras que perdí. Por las palabras que me ha quitado ese semáforo - por una puta vez, ésta, en verde - contra el que me estrellé. Por las palabras que salieron disparadas a través del cristal delantero del coche y que he visto morir, a solas, sobre el asfalto. Por las palabras que me vieron morir pegado a un volante que ya no sabía qué dirección tomar, que ya no era capaz...

[Salvadlas a ellas, a mí no, me hubiera gustado decir a los enfermeros. Parece que aún respiran. Parece que (aún) dicen algo. Tú lo hubieras entendido. Y las habrías salvado a ellas. Pero ellos no. Y no les culpo, aunque lo haga].

Cuatro días.

Y nadie, repito, me ha preguntado por ellas. Por mí sin ellas. Por mí sin ti. Por éste sin nosotros desde entonces en adelante.

Es una afección rara dicen los médicos. Se referían a la mía. Pero entonces he pensado que la verdadera afección extraña es esa costumbre nuestra de querernos sólo por escrito, a miles de kilómetros por autopista y cincuenta años de distancia. La de saber que nunca podremos sernos. La de no estar seguros. La de olvidarlo. La de vomitarle tinta a la pantalla del ordenador como si fuera la piel que te sobra o la ropa que me quitas. La de mirarte de ojos a píxel. La de que no me mires. La de no tocarnos.

Y aquí estoy, cambiando una afección rara por otra, porque a ti ya no te tengo.

Ahora sólo tengo lo que no tengo, todo lo que me falta.

Y nadie me ha hecho esa pregunta tan necesaria. Nadie ha querido saberlo. Probablemente a nadie le importa, en definitiva, lo que a ti y a mí nos pase.

Estás vivo, joder, qué importa que no tengas palabras - dicen los médicos en mi cabeza.

Se equivocan. Me faltan siete letras para estar vivo - he contestado.

[Silencio por su parte]

Me toman la temperatura y la tensión arterial. Me cambian el suero. Me preguntan si he dormido bien. Si tengo calor, si tengo frío. Si necesito algo.

Necesitaba decir a alguien que lo he intentado ésta tarde y que no he podido. Pero no he podido. No he podido. No he podido...

No puedo. Ahora ya no puedo.

Pero puedes razonar y..., han dicho los médicos.

No puedo.

Me he mirado las manos, las he puesto sobre el portátil. He imaginado las palabras antes. Te he buscado otro comienzo para poder continuarnos. Tenía un folio entero en la cabeza, te lo juro. Intentaba contarte todo ésto. Tenía cada una de las palabras - y eso que no las he tenido nunca -. Pero los dedos ni se movían. Y cuando lo han hecho, escribían cosas extrañas. Palabras que no entiendo. Ni entenderías. Palabras que nadie (pero puedes razonar y...) entenderá nunca.

Tengo astenia en la yema de los dedos. Sensación de cuerpo extraño en los pulgares. Carraspeo (letras sueltas, inservibles, cobardes). Ardor frío en las muñecas. Inestabilidad. Vértigo. Agotamiento.

Intento contártelo con frases cortas, telegramas:

Infortunio. Herida. Cráneo. Silencio. Dedos muertos.

Pero nada.

La enfermera entra y dice no hagas esfuerzos. Túmbate, dice. Dice quieres que avise a alguien.

Sí.

Quiero que avise a alguien.

Quiero que te avise a ti.

Pero tú no existes para nadie.

Ahora a ti también te faltan siete letras para estar viva.

Y yo nunca, lo ha dicho el médico, te las voy a poder dar.

Escrito por U U a las 31 de Marzo 2011 a las 11:55 PM
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