Enérgico, curvado y gris como estos tallos de marzo,
Percy, con su chaqueta de lana azul, se inclina entre los narcisos.
Está recuperándose de una dolencia pulmonar
También ellos, los narcisos, se inclinan ante algo grande:
Algo que hace tintinear sus estrellas en la colina verde donde Percy
Alivia el dolor que le causan los puntos, y pasea, pasea.
Hay una cierta dignidad en todo ello, un cierto ceremonial:
Las flores, vívidas como vendas, y el hombre sanando.
Los narcisos se inclinan y se yerguen: ¡les entran unos arrebatos!
Y él, el octogenario, adora esos pequeños rebaños.
Está muy amoratado; el viento atroz pone a prueba su respiración.
Los narcisos, vivaces y blancos, lo miran y lo miman como niños admirados.