Uso como paracaidas de mi vida el jardin de su casa.
Alguna mañana me levanto cayendo a toda velocidad (y no es una metafora) justo en medio de la oscuridad. Y si no caigo, al menos se que no hay suelo.
Entonces tengo que salir flotando hacia los cojines de violetas de su jardin, hacia sus helechos esperanzados. Solo entonces salgo a la calle como puedo, con los labios empapados de clorofila, con la espina dorsal destilando el verde de las plantas de menta.
Salgo a la calle despacio, sin que el se de cuenta...