En el sueño, Paupag reconocio al joven de rasgos orientales que se conocio a si mismo en un sueño. El joven se le acerco, saco unos lentes oscuros del tronco negro de un arbol, y Paupag supo que con aquel gesto le habia robado algo. No era el sueño, ni algo que pudiera tocar o sentir. Lo sintio con algo que estaba cerca, y no consigo mismo, lo sintio con el alma de todo lo que estaba alrededor, y no con su alma pequeña.
Desperto, y vio un rio de tinta negra sobre las sabanas, formando una tierra que pertenecia al joven oriental.