Vibración, donde anidan los huesos,
pantanos de fiebre hecha vida sobre el tizón
blando de los sentidos, eremita de cuerpos,
nuestra última llamada es para tu inocencia.
Sobre el perfil acuoso de las mantas los libros
las excusas
de lo acontecido en sueños
como milagros de vidrio se posan
sobre la hierba suave que roe
kilómetros textiles donde una boca precipita
en el aire tendido a suaves golpes de sed.
Atravesar con un punzón la infinita enfermedad
y encontrar en su metal el trazo
de los lápices de colores. Observar tu desplazamiento
por entre las alas, descalzo como un río,
alabando la enjuta oscuridad, tu piedra
arrebatada por los pianos a lámparas de aire.
Suenan los crisantemos en la nada con ventanas,
himnos de fiebre, date cuenta de que lo mismo
es tan profundo a uno y a otro lado
de la herida. Te parece distinguir
los grandes huecos de los abrazos.
Es perdonable,
nos invitó tu enfermedad,
a tu guarida llegamos con tu tristeza.