La mano tras la que nos ocultamos
no es la nuestra,
es la de los que han muerto por nosotros,
quizá en vano.
Pero como muertos permanecen,
y algún día, cuanto antes, saldrán
de nuestros cuerpos y obedecerán
de nuevo a la vida.
Insistirán sin saberlo
en nosotros.