Leer es sufrir en la nieve
a los gatos negros sobre la sábana
en el aire.
Transcurrir es amar.
Leer en el sueño inconstante.
Un minuto enredado en nácar
nos posee, infierno, al fin
y al cabo todos volvemos
la cabeza al ver pasar
la rosa, y no es su olor, olvidado,
ni su muerte inviolable
lo que nos alcanza.
Será quizá su lectura,
parapetada en una bruma
de huesos y delirio.