La pequeña deuda en la máquina del tiempo se transforma en una paloma que sobrevuela tu balcón y te hace ver que el cielo es tan azul como el aro que te abrazaba cuando eras pequeña.
Hoy te abrazo yo.
Y tú ya lo sabías (pero no importa) que el cielo era azul y que alguien, quizá parecido a mí, te robaría con abrazos los abrazos azules del patio, y te haría olvidar a veces su espina
a veces su infancia
a veces su calma
a veces su espera
a veces su llama
a veces su viento
...