Alicia miró curiosa a través de la cerradura de plata, muy preocupada por el zis-zas y el frr-frr que escuchaba desde hacía varias horas tras el muro, y vió (y escuchó) a dos jardineros repitiéndose uno a otro en voz muy baja, casi murmurando:
-Disfrutemos mientras podamos...
-Disfrutemos mientras podamos...
-Sí, disfrutemos mientras podamos...