Gracias, Paupag, por hilar el laberinto y permitirme, estoy casi seguro aunque hablo de un pequeño futuro, de permitirme, como te decía, unos minutos, quizá unas horas, de sonrisa y estima. Aun recuerdo tu espera en mi cabeza, tu cara indefinida cortada por las sombras de la habitación. Tus amistades siguen siendo la rémora de tu felicidad.
Te regalaré algo, con más tiempo, de ti mismo, en vez de éstas torpes palabras.
Mañana, reinarás.