De repente ésta derrota.
Ésta lluvia.
El azul volviéndose gris
y el amarillo
de un terrible ámbar.
En las calles calientes
tu cuerpo tibio.
En las habitaciones
tu cuerpo tibio.
Entre toda la gente
tu ausencia.
Entre toda la gente
no estar contigo.
Me he llevado bien
con los árboles
mucho tiempo.
He llegado a ser un familiar
para las montañas.
La alegría ha sido
un hábito.
Y de repente
ésta lluvia de tres días
obligándome a sentir
al detalle,
despertándome de madrugada
para deshacer el lado izquierdo
de la cama,
decidida a hacerme creer
que no podré olvidarte
porque no te olvido cada día.
Y de repente, ojalá.
Ojalá (- dices) que llueva pronto
de nuevo.
Ojalá (- digo) que olvide
el paraguas.
Ojalá (- dices) que las cosas
nos duelan siempre.