Antes de que te fueras, aquel día,
mientras atravesabas las dos puertas que dan al patio,
pensé que en algún lugar, en ésta casa, te quedabas.
Me hubiera gustado volver a entrar y verte.
No habría tenido nada que decirte,
pero me hubiera gustado ver de nuevo tu rostro
unos segundos después
y siempre por última vez.
Pensaba en eso hoy
mientras me disponía a atravesar
por allí, por las dos puertas.
Y sucedió algo curioso.
En cierto momento,
una de aquellas puertas se abrió.
Por un instante, tuve la certeza absoluta
de que entrarías por allí,
y que pasarías junto a mí,
sin decirme una palabra.
Pero no sucedió nada, (- dijiste) porque a la vida
siempre le falta alguno de nuestros detalles
para ser perfecta.