Escarabajos tigre, grillos, hormigas de terciopelo, todos
conocen la útil fricción de una parte sobre otra,
cómo frotar un ala contra una pata o una púa contra un filo
marca territorios, convoca compañeros.
Un labio raspando roncamente sobre una fina cresta
puede sonar tan dulce como una aguja sobre un vinilo,
pero a veces un solo cuerpo es insuficiente.
El pájaro carpintero tamborilea en la chimenea
para amplificar nuestra diana matutina.
Más tarde, de nuevo en la casa,
el papeleo del viento llega hasta aquí
a través de las hojas secas de los saltamontes.
Finalmente, el tejado arquea su espalda de hojalata
para encontrarse con la lluvia,
y la cama cruje con suavidad cuando giro hacia un lado mi cuerpo
para escuchar con curiosidad el sonido de mi piel contra la tuya.