Mi cáscara de ámbar
estriada de oro,
fruto en la arena
señalado por una semilla
luminosa,
un tesoro
derramado cerca de los pequeños pinos,
blanqueando entre los cantos rodados:
tu tallo ha cogido raíz
entre los guijarros mojados
y nada arrastrado por el mar
entre conchas desgastadas
y caracolas rotas.
Hermoso, llamas sobre las hojas
totalmente desplegadas,
¿qué jardín puede ofrecerme
hojas tan perfumadas y brillantes
como las tuyas?