Tantos años ya, parece mentira.
Crecen los hijos, nunca llega el dinero.
Ese viaje que siempre postergamos.
El tedio cotidiano que hace de la vida una fosa.
Vivir para ver esto, vivir para ser esto.
Ha llegado el Otoño.
En las últimas tardes de verano
deja el viento la playa desierta
y las terrazas solitarias.
Ven. Acércate más. Resguardémonos un poco del frío.
(Fernando Ortiz)
Siempre me han dicho que cuando alguien amado muere
lo peor no es el choque, o la sangre,
o el luto coloreando todo lo que tocan nuestras manos.
Lo peor es cuando el mundo te rehabilita demasiado bien.
Años después, cuando empiezas a olvidar su cara
y su voz se convierte en una canción
de la que no recuerdas la melodía.
O después del entierro, cuando el cuerpo es solo un hecho.
Un recuerdo que se confronta cuando estamos preparados.
No tengo esos problemas con el olvido.
Recuerdo tu cara con exactitud. Tu voz está justo aquí,
coloreando mi voz. Nada me ayuda
a olvidar tus manos,
temblorosas como montañas de perdón
vaciadas de sabiduría.
No sé nada sobre la parte
en la que dejas de recordar el dolor.
El dolor viene a buscarme cada mañana,
arrastrando tu último suspiro tras él
como un niño aullando.
Este aforismo parece un prodigio
de mala memoria. La mente es así.
Oculta lo peor. Ella es la razón por la que miramos a las cicatrices
y decimos 'Solo recuerdo los gritos.
Entonces todo se volvió negro. Cuando desperté
lo peor había pasado.'
(Clementine von Radics)
Fragmento de 'Heracles', del griego Eurípides, nacido en el 480 a. de C. en Salamina, y muerto en Pella, en el 406 a. de C., cuando el tiempo contaba del revés (así que quién sabe si realmente lo escribió, y si realmente nació o murió).
La verdad no quiere a nadie.
La mentira, sin embargo, tiene favoritos.
Una mente está hecha de ellos: pequeñas indulgencias,
islas, heridas...
(Bruce Bond)