Se escribió en tu sangre
la adivinanza enfebrecida
de una flor con escamas.
'¡Traición!'- dijeron los ojos iluminados.
No veías ya tu cuerpo
y estabas presente en los tres reinos.
Como una Prometea violeta
apareciste una mañana.
El alma llena de bolas de papel de periódico,
lápiz de tierra en las manos
de tus enemigos.
Dijeron tantos nombres,
y ninguno era el tuyo.
Te llamas como la ausencia
de callejones, como los objetos
que se descifran en los espejos.
Sobre el río camina
tu espalda arrancada
por las ruinas de la vida.
Los guantes de corcho
te los regalamos, ciegos.
Son tan profundos como el marfil
verde, como el azúcar.
Prolongaciones de los trapecios,
de la música en vilo, de las pulgas.
En tu última hora se te regala otra,
y como los geómetras,
mueres en los jardines
numéricos de la esperanza.