Hoy la persiana no ha bajado,
la carne no ha revivido,
el sueño no ha sido truncado,
la razón es un fuego tímido
escondido bajo una montaña de ropa.
Hoy la calle sale a la ventana
con árboles y trinan los automóviles
y el frío esperpento de la almohada
acuña el día y su pasado
con un rubor negruzco.
La luz encendida en el baño, épica,
el rayo de limpieza y los anteojos,
tanta celebración intranscendente
y agradecida
en la inmediata espera o meditación
pre y locomotiva en sí.
Un desfajado Mercurio chirría
y nos abandona tan lejos de Ítaca,
sobre una guerra sin savia en la que
como vencidos
también seremos vencedores
a través de vuestros admirables actos,
a través de su nueva y mínima memoria.
Los cubos de basura como pentáculos
señalan la zona ajardinada en que los cristales
nos dan paso, y somos la muchedumbre,
y el ritual humo, la idea y la siembra.
Y somos finalmente el alegre falso retorno,
nos situamos como la verdadera sonrisa P.M.
ante la plataforma
y con un beso de puertas automáticas,
como magos sin chistera,
nos volvemos exquisitos
subidos a la enredadera
de la cama.