Serena cruza la puerta con su bolsa de basura
envolviendo al titan desencarnado, pulsa el boton
del viejo ascensor, el ascensor escucha atento
como se alza su peso en el ruido. En su yelmo roido
entra la mujer, algo despistada, rebuscando
en los diamantes de su boca encontrara
el marmol sombrio de la puerta,
de la acera, el marmol de alquitran
y una vez reelevada, apagara
la luz con un hechizo de gran ciudad,
de despreocupada espera. Solo por el sueño,
por el sueño a la espera la radio,
la sabana tranquila y la Esperanza
del sueño.