No veremos hoy la lógica del agua grande,
su sutura de hirvientes piedras de río
marcando con animales una salvación sedienta.
Su corazón como el párpado del río
es golpeado y late. Como el sol,
qué importa si el dolor crece,
la pradera también esconde llamas.
Qué importa
si su corazón perdura como una familia
en la tiniebla de un nombre,
si su corazón de aceite
entre otros corazones no encuentra
hogar sin rosas de hogar.
Junto a la salvación va el río,
va hacia la sangre, hacia el arriba de agua árida
como una vida de muchos corazones,
como montañas levantadas sobre huesos de sal
que hacen sonar las membranas de las camas
y los desiertos entre mundos,
aterrorizando con su vida
los envejecidos ojos
de los perfumes, haciendo temblar
las heridas de las palomas quietas.
No lo veremos como la otra noche,
con las herramientas de la sombra
marcando en su rostro nuestros cuerpos
iguales,
porque ahora un idioma inmóvil que no nos concierne
atrapará en sus bóvedas las copas vacías,
los arrabales,
las inútiles luces.