Lo confirmo.
La sal del agua de mar lo quema todo a su paso.
Penetra y tetaniza todos los órganos y tejidos, incluído el cerebro.
Pero, confirmo también: te acostumbras.
Forma parte de aberraciones climáticas
que ya no trato de comprender.
¿Son las decisiones compartidas?
¿Sabe de ellas mi cerebro?
Sugiero apagar el motor.
Aprovechar la deriva.
Dejar que el mar responda.
Abandonar la primera línea de playa.
Ahora, sobre todo, darse prisa.
O conservar la calma.
No tratar de que las cosas cuadren.
Detener la hélice.
Detenerse.
En todo.
Para formar
nuestra parte en esto
de esta parte.