'Me da pena mirar estas cosas, querer estas cosas,
guardar estas cosas. Me da pena soñarme volviendo a buscarlas, volviendo a buscarme,
poblando otra tarde como ésta de ramas que guardé en mi alma.'
(José Hierro)
... sin embargo ahí estás,
buscando seguridad como un pajarito
cuyo lustre va despareciendo.
No quieres hablar de tus pastillas,
ni del ciervo salvaje que te mira con ojos fundidos
desde la ventana del patio trasero,
ni de como llegó hasta aquí desde quien sabe donde
para poder oler la belleza que amontonas en la basura.
Últimamente solo conoces personas buenas o malas,
las malas tienen cola de dragón y son tan ominosas
que van dejando escamas por donde pasan,
así que intentas exhalar fuego, pero te consumes.
El secreto es simple: cuando la nombras tres veces,
la muerte no aparece de detrás del espejo.
Te has estado odiando tanto a ti misma
que considera que su trabajo ya está hecho
cada vez que te observas en el reflejo.
Nosotros te recibimos clara, con tu rostro
de cuando empezamos a ser amigos.
Nadie quiere ser dañado, memoria,
aunque el hilo del dolor sea el más fino,
aunque la aguja sea imposible de enhebrar...
Mi cáscara de ámbar
estriada de oro,
fruto en la arena
señalado por una semilla
luminosa,
un tesoro
derramado cerca de los pequeños pinos,
blanqueando entre los cantos rodados:
tu tallo ha cogido raíz
entre los guijarros mojados
y nada arrastrado por el mar
entre conchas desgastadas
y caracolas rotas.
Hermoso, llamas sobre las hojas
totalmente desplegadas,
¿qué jardín puede ofrecerme
hojas tan perfumadas y brillantes
como las tuyas?
Escarabajos tigre, grillos, hormigas de terciopelo, todos
conocen la útil fricción de una parte sobre otra,
cómo frotar un ala contra una pata o una púa contra un filo
marca territorios, convoca compañeros.
Un labio raspando roncamente sobre una fina cresta
puede sonar tan dulce como una aguja sobre un vinilo,
pero a veces un solo cuerpo es insuficiente.
El pájaro carpintero tamborilea en la chimenea
para amplificar nuestra diana matutina.
Más tarde, de nuevo en la casa,
el papeleo del viento llega hasta aquí
a través de las hojas secas de los saltamontes.
Finalmente, el tejado arquea su espalda de hojalata
para encontrarse con la lluvia,
y la cama cruje con suavidad cuando giro hacia un lado mi cuerpo
para escuchar con curiosidad el sonido de mi piel contra la tuya.