Club Duende: Lucy & Johnny
Johnny encendió su coche. Lo conducía bajo las luces carmín de la ciudad como si fuera un caballo blanco. Ella era una anguila rubia que temblaba en el asiento de al lado. Tres o cuatro veces abrió la guantera antes de preguntar si les quedaba 'algo Johnny necesito lo que tu sabes'. Pero Johnny no necesitaba tanto, casi no necesitaba nada. Ni la miraba porque cuando conducía soñaba con seguir conduciendo.
Llovió durante cuatro minutos y cuando paró ella estaba dormida, con el sistema nervioso trabajándose su cuerpo en espasmos rosas y morados de yonqui. Johnny no sabía cuando iban a parar. Miró su reloj y lo comparó con el reloj del coche. Se dió cuenta de que el gesto era estúpido y se alisó el pelo, disculpándose. Pensó con inquietud que llegarían a alguna parte. Que no se podía conducir, así, hasta morir. Había más sueños.
Las partículas de polvo hacían estornudar a Lucy. Irradiaba una extraña luz. El reflejo del semáforo. Parados. Junto a un semáforo en verde.
Johnny cubrió a Lucy con una manta de viaje estampada de estrellas.
'Sólo es hermosa de noche' - pensó. Quizá su corazón aceleró un poco, no estaba seguro. Volvió a llover. Aquel semáforo nunca se ponía en rojo.
'Todo está escrito, Johnny' - dijo ella. La radio trituró las últimas notas de un oldie cavernoso y empezó a emitir ruido blanco.
Él preguntó 'Lucy ¿hemos estado alguna vez en la cresta de la ola?' y ella dijo 'Johnny me voy a morir si no me meto algo'.
Sonreía.
Johnny bajó del coche.
'Johnny, nada podría ser mejor que estar aquí'.
Su cazadora sonó a vidrio roto cuando reventó de una pedrada la luz del semáforo. El cigarro saltó de su boca y provocó una ridícula explosión sobre el asfalto. Se sentó en el capó y al cabo de un minuto vio un billete de cincuenta junto al resplandor de la colilla. Lo levantó, encendió el mechero para iluminarlo. Tenía una estrella dibujada con rotulador negro sobre la cara del presidente.
'Nada puede ser mejor que ésto, Johnny'.
Subió de nuevo al coche. 'Sí' - pensó - 'se puede conducir hasta morir'.
Ogracne (Orfeo Silenciado)
tregua perdones me No no, nunca me des.
sangre, que cruel vuelves. Hostígame en la cada cosa que sea tú
dormir¡ paz! No me des, me dejes
ganaré Entonces, reino mi
naceré. lentamente
ni caricia me pierdas, No música guante no seas fácil; como una ni
desespérame como, un. sílex tállame
humano tu pelo, amor Dalos.. Guarda, tu sonrisa tu
cólera fósforos escamas seca. y de tu con mí a Ven
Grita boca la arena Vomítame rómpeme, en. fauces. las
pleno importa en ignorarte, No me día
saber. al sol juegas que hombre al que
Compártelo.
ceremonia la te, Yo pido cruel del tajo
:espinas pide que nadie te lo las
cara el Arráncame. esta hueso el, infame hasta
verdadero gritar fin al nombre. oblígame a mi
(Lioju Ctárorza)
Encargo
No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dalos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforos y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo.
Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
lo que nadie te pide: las espinas
hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,
oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.
(Julio Cortázar)
Palabras Para Julia
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
(José Agustín Goytisolo, 'Palabras para Julia')
De Mayores
Siento como pones mi cuerpo en orden, como tranquilizas mi espalda. Los huesos se llenan de nubes blandas que atraviesan mis pulmones como si el cielo las hubiese volcado enteras para permitirme enfriar la oscuridad azul de la habitación de música. Dejo de recordar, empiezo a quemar mi carne. El éter es tu pelo. Atraviesas mis ojos con un alfiler y me duermo. No despertaré hoy, ni mañana. El sol es un suspiro que señala tu frente. Mi beso lo ciega. Lates con dos ritmos y nunca me confundes. Aun siento tus besos como cariátides. Me empujan, me dejan sentir fragmentos del cosmos antes de tocar las sábanas. Todo, en silencio, se vuelve una cosa pequeña. Un tic-tac, un ritmo. Ya nada importa, todo importa.
Redención
Daría lo que no tengo por poder probarme -aunque sólo fuera un instante- vuestros ojos.
(Ray Loriga)
Opio
En el viaje no todo es nuevo, incluso
apenas hay flores desconocidas:
la larga tormenta pertenece a cada viajero,
al propio teatro.
Estatuas bajo la penumbra de un sol antiguo,
équidos de piedra que nos persiguen
inmóviles
como la vida,
y en sus crines solo habita
el pasado que no es nuestro,
que no es pasado.
Bajo el color granate de las torres
arbóreas se desnuda olvidada
la fuente, como un fuego débil
que apaga continuamente el agua.
Todo a esta velocidad marítima
parece más largo. La uva sobre el mar,
las velas imaginadas.
Los pasajeros
comen galletas contemplando
el crepúsculo. Sus razonamientos
aluden al rito circense de añorar la tierra
firme, como pájaros de plomo,
hermanos lanares de las montañas.
Decir adiós es recordar otros adioses.
La sangre se mueve espesa por la noche
del barco. El champagne dorado
supera la brillantez del espectáculo
y ya lo sabíamos
el perfume es como un rayo de alcohol
que se une al alcohol, un pólipo que nos atrapa
en el aire ciego del mar.
Decir adiós es como quedarse quieto para siempre.
El viaje se detiene en el diamante del puerto,
en el cristal de la ciudad, en el nácar de la habitación.
El dolor palidece.
Se puede olvidar de tantas formas innobles.
Todo lo invisible nos pertenece,
también la primera herida
y las sonrisas.
Los recuerdos como madréporas
se instalan en una luz
que ya no vemos.
Ayer vimos pasar, con quietud,
rasgos de la ciudad de Telpaneca, el Popocatéptl,
pasó también una catedral hundida
en el tiempo de Escocia,
pasó el esqueleto de Atenas
y su altar de mar, las nubes
pasaron sobre Shanghai.
No fue en vano, pero pasaron.
El viaje no muere.
Como una alta ola
nos derribará un día un desespero,
una máquina de horizontes, un hogar
ingrato. El mar y su juego de dados
olvidará nuestro viaje.
Nuestro nombre.
Y éste tiempo.