La realidad exige que también mencionemos esto: la vida sigue. Continúa en Cannae y en Borodino, en Kosovo Polie y en Guernica. Hay una estación de gasolina en una pequeña plaza de Jericó, pintura fresca en los bancos del parque de Bila Hora. Las cartas se cruzan entre Pearl Harbor y Hastings, una camioneta pasa debajo del ojo del león de Queronea, y los florecientes huertos cerca de Verdún no pueden escapar al atmosférico frente que se aproxima. Hay tanto Todo que la Nada se esconde casi gentilmente. La música brota de los yates anclados en Accio y las parejas bailan en las cubiertas bañadas por el sol. Hay tantas cosas sucediendo siempre que deben estar pasando en todas partes. Donde no hay ni una sola piedra en pie vemos al Hombre de los Helados rodeado de niños. Donde Hiroshima estuvo Hiroshima está de nuevo, produciendo cosas para el uso de cada dia. Este terrible mundo no está desprovisto de encantos, de las mañanas que hacen inestimables los despertares. La hierba es verde en los campos de Maciejowice, y salpicada de rocío, como es lo normal de la hierba. Quizás todos los campos son campos de batalla, todas las tierras lo son, las que recordamos y las que se han olvidado: los bosques de abedules, cedros, abetos, la blanca nieve, las amarillas arenas, la gris grava, los iridiscentes pantanos, los cañones de negra derrota, donde, en tiempos de crisis, puedes esconderte debajo de un arbusto. ¿Qué moral sacamos de esto? Probablemente ninguna. Sólo la sangre fluye, secándose rápidamente, y, como siempre, unos cuantos rios, unas cuantas nubes. Sobre trágicos pasos de montañas el viento vuela sombreros de cabezas inconscientes y no podemos evitar reír de eso.
El Acróbata
Con insólita destreza el acróbata
vence la gravedad
y aún el sentido terrenal del cuerpo.
Sirve a la admiración, a otra esencia
del existir
(que si no demandara tan gran esfuerzo
hubiera hecho de la tierra un escenario de prodigios)
volar, pararse sobre los dedos de una mano,
dar un salto mortal,
girar en los trapecios del aire
o bracear en las barras, tan ingrávido
como una idea platónica.
Porque el acróbata va a otra cosa,
se prepara para un orden platónico:
el espectáculo.
Allí vuelve visible esa unidad de lo
múltiple
(que a veces hasta nos permite cruzar el abismo
sobre la hebra de un cabello).
Soledad
Ellos tienen razón esa felicidad
al menos con mayúscula no existe
ah pero si existiera con minúscula
seria semejante a nuestra breve presoledad.
Después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad.
Ya se que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable
minuto uno se siente solo en el mundo.
Sin asideros, sin pretextos
sin abrazos, sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en es sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo.
Los datos objetivos son como sigue.
Hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos una
frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos claro
que la soledad no viene sola.
Si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades se vera un
largo y compacto imposible un sencillo
respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente.
Después de la alegría
Después de la plenitud
Después del amor
Viene la soledad.
Conforme pero
que vendrá después
de la soledad.
A veces no me siento tan solo
si imagino mejor dicho si se
que mas allá de mi soledad y de
la tuya otra vez estas vos
aunque sea preguntándote a solas
que vendrá después de la soledad.
(Mario Benedetti)
Es esta piel violeta de una noche
que dejamos pendiente.
Y tu silencio suena como un saxo
de oro negro en el fondo
de los días sin ti.
En tu pecho jadea el contrabajo,
y en tu flanco, tan cálido de sombra
que siempre soñaré cuando mi mano
lenta avance hacia ti.
Músicos en penumbra, los instrumentos de oro
en sus bocas lilosas: ya, la vida
no me devolverá la que aposté
a tu cuerpo desnudo cuando eras una fiesta.
No queda más que -al piano- un negro ciego,
nuestro amor: toca solo en la sombra
y mi sueño se duerme entre sus dedos.
Suicidio
(Quizá fue por no saberte la Geometría)
El jovencito se olvidaba.
Eran las diez de la mañana.
Su corazón se iba llenando
de alas rotas y flores de trapo.
Notó que ya no le quedaba
en la boca más que una palabra.
Y al quitarse los guantes, caía,
de sus manos, suave ceniza.
Por el balcón se veía una torre.
El se sintió balcón y torre.
Vio, sin duda, cómo le miraba
el reloj detenido en su caja.
Vio su sombra tendida y quieta
en el blanco diván de seda.
Y el joven rígido, geométrico,
con un hacha rompió el espejo.
Al romperlo, un gran chorro de sombra
inundó la quimérica alcoba.
(Federico García Lorca)
Gracias, Paupag, por hilar el laberinto y permitirme, estoy casi seguro aunque hablo de un pequeño futuro, de permitirme, como te decía, unos minutos, quizá unas horas, de sonrisa y estima. Aun recuerdo tu espera en mi cabeza, tu cara indefinida cortada por las sombras de la habitación. Tus amistades siguen siendo la rémora de tu felicidad.
Te regalaré algo, con más tiempo, de ti mismo, en vez de éstas torpes palabras.
Mañana, reinarás.
Alicia miró curiosa a través de la cerradura de plata, muy preocupada por el zis-zas y el frr-frr que escuchaba desde hacía varias horas tras el muro, y vió (y escuchó) a dos jardineros repitiéndose uno a otro en voz muy baja, casi murmurando:
-Disfrutemos mientras podamos...
-Disfrutemos mientras podamos...
-Sí, disfrutemos mientras podamos...
La crueldad se define como la respuesta emocional de indiferencia u obtención de placer en el sufrimiento y dolor de otros o la acción que innecesariamente causa tal sufrimiento o dolor. Es considerada como un signo de disturbio psicológico por la American Psychiatric Association.
Dile a la princesa tatuada
de que fango se compone el antiguo
remedio de baile que obstruye su
abanico. Que observe dentro de
las copas de vino los rastros de
cosmético que va dejando su rostro
al cantar, un poco lento, un standard
abismal, inventando corazones de plumcake
entre el personal, alta dama de
la electricidad, enredo de seda en los
baños públicos. Un cigarrillo es igual
a la cerca de nubes alambradas que
hay que saltar
antes de entrar
en su sala de espejos.
Y mira, en sus dedos ya
no sostiene
el monedero roto
del pasado.
Duerme como una ninfa sobre
las medias erizadas y hay un gato
que se acerca a la madrugada
en su ventana.
A veces un ruido evoca el carmín
de quien volvió una noche
abalanzando el fondo del pasillo
sobre la hermosura,
consumido de noches largas en la mecánica del mar,
de noches blancas en vísperas de viajes,
sangre y carmín en la pechera, a esa hora
en que el whisky y los tangos idealizan
la luz de una sonrisa
y en los locales refrigerados basta un pincel
de plata magnética sobre unos ojos para encontrar
en ellos las horas perdidas de nuestra infancia.
Paletadas de sal, dos rosas ocupando las cuencas de los ojos,
algo como un sordo dolor, una aguja de hierro
que acaricia la lengua y los oídos.
Al final, su cuerpo en la lluvia del parque de atracciones
tiene la luz angustiosa de las pistas de baile
y los hoteles de otro tiempo....
¿Prefieres este puesto de esclavo en la tierra
antes que el de monarca de las sombras?
Una tarde cualquiera, una nube
te mojó las piernas, o una charca
puso un vuelo de luna por tu sangre.
Llego así el tiempo. En primavera
se olvida bien el frío. También
se olvida bien la pena en primavera.
No querrás saber nada. Nada apenas
sabrás de todo aquello que nos puso
el corazón a pájaros. Yo digo,
y quisiera decírtelo a los labios,
que, sin embargo, no te olvidaré,
que igual que los otoños, que el ocaso
que deja cada tarde en la montaña
su gran sinceridad de buen sangrante,
cuando crucemos te diré tan sólo
con los ojos (y pondré en ellos mi sangre)
lo que te quise, lo que te quiero, lo que
suspiro por ti en cada ternura
que me acude hasta el pecho cuando llega
la hora de tus cosas. Puede ya
que ni te esfuerces los ojos por mirarme.
Lo peor del recuerdo es la huida
no al amor, al olvido que existe.
Si nos cruzamos tú sabrás de sobra,
sin que apenas te pares a pensarlo,
que espero otro milagro del amor.
Sentimientos que fueron,
vestuario de invierno empaquetado para un largo viaje.
Dulces recuerdos
como el paso lejano de las crines andaluzas.
Recuerdos obstinados
como el galope seco de un caballo pampero.
Recuerdos tortuosos como agua de canales,
laberintos marinos sin punto de llegada
de húmeda marea que se aferra a nuestras horas bajas,
allí donde el cansancio ya no curva la mano para la caricia
y el espejo devuelve una imagen extraña limitada a los ojos.
Es posible olvidarlos toda la travesía
porque la luz del mar y de las islas,
la historia de las piedras y de las miradas,
me hacen sentir como un hombre nacido
casualmente en mi gris, mi querida, mi maldita ciudad.
Pero luego me asaltan, casi intactas, las viejas inquitudes,
los recuerdos ingratos y los dulces.
Y comprendo que Itaca, sin ellos,
no sería más que un lecho de hotel para una sola noche.
Con ellos marcharé, a veces yo delante
y ellos distantes, pero siguiendo el rastro,
a veces persiguiéndolos.
Con ellos moriré, porque les pertenezco.
Y morirán conmigo, porque yo soy ellos.