Desde que se fue
Nunca más volvió
Seguiré sus pasos
Caminito, adiós.
Era claro y era un sueño
pero era su mano
como su rostro en los visillos
un gas fantasmal sobre las pantallas de morfina.
Como en un torneo los paraguas se levantaban
al cielo y caminábamos entremetidos
en pequeñas electricidades
y así tallábamos nuestra belleza en el espacio
nunca
la luz entró en aquellos jardines
como entró junto a nosotros
y la danza de las hojas
(también caen en primavera)
como una herida esmeralda
palpaba las vísceras hermosas
las alas de estreno
el antifaz de espejos y relámpagos.
El vestido blanco, el borde de las aceras
para ejercicios de funambulista,
telefonía astral de pasos que zumbaban
en el pasado de los objetos.
Las flores se abrieron dos veces
aquel día
la vida volaba
el cielo estampado
en tu pelo era como la droga carmesí
que se ataba a los fuegos que nos amaban.
Las piedras eran un lujo, eran pura seda,
puro uniforme de colegio. No había lagunas,
nada de rosas. Tú y yo éramos de azafrán.
Los ojos vibraban saqueados por las cúpulas de plomo,
completamente soñados,
únicos, elementales.
Las altas nociones, mandarinas secas, el árbol tijera, las lámparas tifón, el acuoso columpio, hileras de algodones en las ojeras de los hospitales, tiernos arroyos bailan en el rubor de la espesura. No cumpleaños del pánico, oleadas de heridas reflejas, mantos quebrantados por los monasterios de 8 y 9 años, la longitud es el precio de los cartuchos, la X en los muslos partidos de las pitonisas, los sargazos los milagros los locos de los metales, la pequeña pirita en el fondo de la nariz. Ojos cavos, ruido blanco en las pastelerías, una nevada flácida en los dedos amarillos, martes y otro día, miércoles y los baptisterios vacíos, la sacratísima forma enhebrada en la aguja de la selva, trópicos húmedos de la infancia, relojes bicarbonatados, la seriedad de tomar el arco sin flecha alguna, la longeva tentación de medirse la vida fragmentada de dolor a dolor, de garra a garra, atorados en las encinas.
Nunca muere el dolor porque forma parte de lo que la muerte no puede tocar. Las cucharas se mecen en las manos de las madres, los titanes persiguen en el tiempo los glaciares estrellados. Los pequeños actos murmuran sobre la llegada de un gran acto que los consagre, acaecidos sin ritual, atraídos por un viento en el que las miserias no se deforman. Exacerbadas por la memoria, esfinges desplomadas eclosionan en las malas hierbas, suman mares y ríos en pequeñas ondas templadas, integrales, y con sus feroces hilos arremeten contra los arrecifes.
No hay cambios en la noche, la mano abrocha la tiniebla con firmeza, y todo brilla miserablemente.
Por la mañana, las cuerdas han atado el paisaje, las ventanas del paraíso nos cortan los dedos, las flores son telarañas rojas que atraen a los espejos.
La materia de la que están hechos los mártires suspira en el asfalto dorado del verano, tierras baldías y animales moribundos, llenos de sed, se arrastran entre los remolinos inanes del aturdimiento. Laberintos entre las zarzas, hijos nonatos, tormentas de azabache, los ríos manan soledad, la pereza de la ciénaga olisquea la disfunción de la belleza allí donde se pasean los árboles inútiles del destierro diurno, y cantan como si un niño con caramelos envenenados en la boca llamara a sus padres, y el cielo se viniera abajo como una burbuja de sangre y trajera la noche más impasible, los dedos más húmedos, la llama oscura de un mundo inmóvil. Heliotropos obstruyen la entrada al corazón, dulce hierba fresca calcina los zapatos, los remienda, los prepara para el paso en falso, para la cáscara rota y el zarpazo de las golondrinas. El campo es invisible, inenarrable, independiente, paralelo. La espuma en las fuentes se llena de manzanas, los pueblos desaparecen en el viento, un torrente de ropas negras ejecuta a los caballos. De nébeda es la sombra de las murallas, fresas en las plumas de las palomas, asteriscos en las ventanas y el brillo de cien cuervos que recogen el esmerado tul blanco de las lágrimas. La mente está en un espejo, el trofeo es una seca alambrada entre las nubes. Palmo a palmo la nieve se seca, los fuegos tiemblan, abajo hay dulzura, hay terribles moscas paladeando el sufrir, la vergüenza. Hélitros en los ojos, pestañas en las caderas, ramas de bronce atravesando las espaldas. Paisaje horizontal ,todo se tiende como una lámina irisada, como una mano muerta. Lamento y herradura, la boca cimbrea como un puñal de saliva, se tuerce el pico del ave maestra, del ala universal que devora el arco iris, que despeña las esmeraldas, que como un cuerpo desnudo y muerto traza una tierra en la otra tierra y luego en el mar, alga de los insectos , madrépora virgen y ya exhausta. Una estrella de mar se pierde en nuestra boca, un animal levanta la arena del fondo del mar. La ternura de olas es como el cabello, e inunda las esferas titilantes de los relojes, arremete contra los miles de agujeros que forman el dolor de la piedra, se remonta a su propia espalda y tiñe de velas un horizonte que pervive por las mañanas en todos los violines.
El Comprador de Sueños disfraza de arcoiris los espejos.
La Tiniebla lleva un sombrero ridículo.
El pesimismo no da la felicidad, pero ayuda mucho.
El mal se elimina con un suspiro los días de canciones estúpidas y confetti. Arcadas de cartulina más allá del cielo, en la helada sensación de disparar y no adivinar el blanco. Se acerca la nieve, pero su disco es lento, y el tiempo procede a separar la raíz del cuerpo, el mar de la orilla, las rodillas del alegre sangrado. Nada otea el pasado con tanto cinismo como el espíritu.
Moverse y regalar es taciturno para el desprecio, pero espera, la nueva villa comparte espejos, dinamismos de las manchas, estatuas de mimosas como un único corazón que siembra preceptos de la liviandad del hecho de sobrevivir. La muerte no es tan digna, no es tan digna, no perece, no existe, no es tan digna como horadar la vida con el cuerpo de un sonámbulo, no es justa no es terriblemente digna subida a un barco y lastrada por su propia tiniebla, alquimia pavorosa de la seda, enramadas plumíferas de los aviones que van a dar al hastío, donde la broma recupera su hoyo en el campo de miseria, en la plana mentira, en el insepulto juguete que espera, que hay que enterrar, que por él mismo accede a la desmemoria y a la idea de que la espera es siempre vana. Pero es un sueño y después una quimera y después el olvido. Y del olvido nada regresa, nada ni la muerte aunque también espere aunque los libros sean escritos y las imágenes adoradas y la tristeza se encoja como un canasto de fieltro y los cisnes se peleen por alzarse antes sobre el agua y beber la sangre de nuestros cuellos destrozados. Y aunque ya casi no quede nada de los cisnes allí siempre vencen, siempre vencen porque no esperan, porque no esperan vencer y la derrota no existe. Ni en la negrura del fondo del estanque ni en la gota de oro que mancha el agujero de su cráneo, ni otro espejo del desprecio existe en el que no mueran.
Se movía con dedos largos entre la miel
y tenía
un sueño cosido al eco de las tumbas.
Vino de muy atrás y entre sus pestañas
magnetizaba dos amapolas
(cuando no era tan dulce
como ir de cara al viento).
Quien conoce la canción nos la cantaba
cuando la canción aun no sabía
que éramos su sueño
y en su sueño
las estancias
se cubrían de nieve.
...Entonces.
Ahora...
¿quién conoce la canción?
La pequeña deuda en la máquina del tiempo se transforma en una paloma que sobrevuela tu balcón y te hace ver que el cielo es tan azul como el aro que te abrazaba cuando eras pequeña.
Hoy te abrazo yo.
Y tú ya lo sabías (pero no importa) que el cielo era azul y que alguien, quizá parecido a mí, te robaría con abrazos los abrazos azules del patio, y te haría olvidar a veces su espina
a veces su infancia
a veces su calma
a veces su espera
a veces su llama
a veces su viento
...
Tu busca de amor tus brazos romanos, tu sangre recorriendo la piel de yema los árboles de tus sueños la pregunta que se pierde en tus labios, el sabor a ciervo de tu llegada, miles de esqueletos descienden como esfinges el socorro la múltiple rama de mirto del espanto la turquesa con elementos vacíos garras de pan eminencias dormitorios sulfuro en la torre de una espina del corazón de la arcilla a los duerme mi amor ya nada es cierto excepto ya nada es cierto excepto
una brisa torpe despeina, los rayos de sol se escinden los clavos la temperatura señalada es hora de yugo amigable ladera sin perderse sin ateridas Goldmundas sus hijos de trapo marina excedida por los pequeños barcos que van y vienen, rayos de sol, rayos de sol y tenues, el volcán como un huevo al sol como el despertador ígneo de las islas. Vamos, espera, vamos, duerme, respira, un trozo de montaña se desplaza, se respira lapidación y la somnolencia de las vigas doradas de la muerte aparece como un cronómetro del adiós. Sé alegre mientras, no ocurrió sólo ésto en Pompeya, olvida las demás muertes, el suspiro, la madrugada, dios ya no eres tú.
Cualquier sombra es un suspiro y en el piano suena como el día en que sospechamos el amor, día de luces, envíos de telegramas, hora materna y sulfurada. Todo empieza cuando acaba, todas las manzanas tejen un árbol, todos los enfermos sueñan con electricidad. Un caballo acaricia la llanura lunar de tu espalda, no pasan las horas que han pasado, eres como una matriz de vida, tantos años atrapada en la hierba y nueva como un escaparate, te enraízas, mano de silencio pleno, hendida selva de trigo rojo, mar de estío y espera. Un sol trenza el espacio de un ojo a tu boca, pacífica como la seda, destructora, te mueves muy poco en la noche, tumbada sobre la dureza de tu cansancio, estrellada y negra, azul y pura.
Magma, sal de la carne y hazte pez. Hazte esfera. Mi silueta te marca. Eres una esfinge que se oculta, inesperada, en las partículas de mi esperanza. Elemento frío de la verdad, húmeda espera. La vela se consume como un beso que se alimenta de noche, de noche en las plazas como alicates los faroles te atrapan en su día, en su fin, en sus erupciones.
La flor de las estrellas con su párpado caído y la métrica cansada de los perfumes salió un día, un único día, a pasear. Tenía vientre aquel día y vinieron muchos a esconderla, pero sólo fue un día, el día en que calló.
Padre infierno y su ciénaga de almas, sus estrellas opacas y la miel de los alces rotos. Maullan sus botas y sus vidas no han sido y todo es vacío al que entran los que nunca le conocerán. Padre infierno sin sangre se pronuncia, y sin embargo es la sangre de los espejos, la esfera de las brujas, el ansia de estar vivo.
La bestia en la pared el humo encendido, doce veces canté, la madre del infierno planta las bestias en la pared que ahora relucen como una miel que cae como el infierno como llamas de cristal como dados. La madre del infierno con su impecable toga y su carro de sienes, dormirá a gusto todas las noches.
Las doce cuerdas la ligera sensación de herir, una nutria sin cabeza da un helado interés a la fijación de la vida espera duermen los acantilados como máscaras, las adelfas y su ring ring sobre la espesa orilla, ángeles componen alícuotos desesperos mana del fuego un hélitro de sudor, la lágrima espera, y solo queda la ventana desproporcionada ese cuerpo ya macerado por la luz del ocaso, esa inocente mitra sobre la cabeza de Halicarnaso. Trece tumbas, trece tumbas y un tesoro de mármol, la nieve se eriza sobre los pantanos llenos de amapolas. Un invierno seguirá exigiendo la tierra, paso de lunático, error afilado, zapato de duende, tres hogares tres fechas, un muerto bajo muchas nieves al que muchos eternizaron.
Suda, suda como un ejercicio tibio, la estrella en la matriz, ecuánimes lotos que reviven como ojos de amor, la piel en qué lenguas. Siempre la tragedia busca un final, pero tan pronto las nubes, tan alejado el halcón a ésta hora, todo se repliega como un oasis hacia el corazón finito, turbado.
¿Una palabra rastrea la levita de nueces la pura especia
de todos los lugares uno reina
y en todos esos modos de andar tan extraordinarios
como piezas de madera ensambladas en los cabellos
de los pozos como la lumbre herrada con tijeras de una nevada adonde fueron los hombres
y quién suspira tan neciamente
si ayer andábamos trinando de hora en hora
qué magia perdida nos sostiene
y cómo la alimentamos?
Dos canciones que se escapan por el espejo de un sueño dos miradas y un trapo en la mirada un revolver cargado de nubes y la espera de los días de los caballos con el hocico de menta los pañales de la flor de viento y los experimentos del metal con la carne y el hueso.
Como llueve, estamos preparados para la canción más triste. Las tazas de café se llenan de nubes más espesas, los cromos se despegan de los álbumes infantiles, hay una foto del mundo interior saliendo por la ventana de cada casa. Y fuera los transeuntes corren por primera vez en varias semanas. Rostros íntimos, que acaban de salir de la ducha celeste. Somos hermanos cuando nos mojamos en la lluvia, sonrisas, frases que ya dijeron nuestros antepasados. Siempre que llueve, somos más.
Escandinavia cohesionada por el frío
seiscientas crónicas sobre Indonesia
en el mismo cajón
pares de dobles calcetines
limpios como la nieve
muerta, mientras no es agua,
muerta y su caballo
es Escandinavia. Todo lo que es pálido
es un sueño de esta tierra
pero hay luz que hace trinar
las góndolas y es la misma
que la de esta tierra, que es la misma
que sostiene el mar
que es la misma por última vez.
Hay animales ocultos en la claridad
pureza en los tópicos, pero también
se muere atrapado
en Escandinavia.
Los animales son más irregulares,
abren la rosa si la espera es lenta,
si se obvia la traza con algas
si se sube a la llama a decir lo que dijeron los
demás
durante la vigilia
y se les sueltan los mármoles,
si se deja estar en el agua a las galaxias
y el cepo blanco se sostiene en una mano
hasta llenarlo de cráneos.
El sombrero está en el cielo
a medio llenar,
los que tropiezan antes cogen del jardín,
dividen el pan,
duermen enfrentados,
olvidan,
están encendidos.
El pequeño animal paseaba por el tiempo con la cabeza eterna, saludaba sin melancolía el paso de los años, la tormenta de arrugas, el sibilante canto omnívoro del futuro. 'Me recordarán por mis dudas' - se refería, claro, a su pasado.
El pequeño animal era como un rasgo de la matemática que había quedado disuelto en un vacío alegre de la naturaleza. 'Sonrío como sonríen las palabras de las flores en el eco de la belleza'.
Daban ya las doce del mediodía de la Humanidad.
Se sentó, o se posó, o se dejó llevar por la corriente.
'Un pequeño animal' - pensaba - 'en la mitad de mí mismo'.
Saludó, saludó, y saludó, y salió como una mirada luminosa, contando piedras, o erizos, o nubes.
Quién brilla (decíamos)
en un páramo de días.
Quién contesta (escuchábamos)
alumbrando la sombra de los dioses.
Y qué trae la luz a la nada (veíamos),
a quién se lleva esa luz.
Eje pintado de carne de árbol
justo en la ventana Venus es un conjunto
atribulado, mana mística por el tallo de la nieve,
al final de la geometría conforma un hálito.
Cobija el trayecto del vino, sueña,
especialidad frágil en usufructos
de liendres-brisa,
pequeñas como agujeros en los pájaros,
pequeñas como ascensores de luna,
sanguinolentas cariátides
y en vosotras el mármol tan afortunado
en que fuisteis edad.
¿Donde es cuando?
El lugar se espera, la carta permanece,
es el loco es la manta perdida
a la sombra de las acacias
la virtud terrible del castillo de naipes
todo es un lugar, todo,
como un perrito de nubes
declama lluvia
declama estampas
y ácaros
de lluvia
de pelo de lluvia
matones de lluvia
que hacen daño de cristal.
El partido de petróleo y la junta de flor,
descanso en la ruina de pétalos,
la persona de elevados erizos
y la tranquilidad del vaso de agua.
Un ratón-espejo, una huella de café,
los brindis por la heterodoxia de agosto,
los brindis por las llamas de los cucuruchos,
acentos en las cañerías para escribir:
a)La ciudad en eco.
b)La vida crepitante.
El óxido se despide, la maraña
sigue la línea de puntos
hasta un gramófono azul,
con sus dedos sonroja la escafandra
de baño, retrato
de un enigma con pequeños
dientes y abetos
y epístolas y de nuevo
de nuevo de nuevo
los telegrafistas emponzoñando
los funerales, flequillos
de anémona, la ola centrada
en el corazón, la pasión
endurecida por los bomberos gira
como una Lilith,
lápiz, tetera, baobab,
todo.
Leer es sufrir en la nieve
a los gatos negros sobre la sábana
en el aire.
Transcurrir es amar.
Leer en el sueño inconstante.
Un minuto enredado en nácar
nos posee, infierno, al fin
y al cabo todos volvemos
la cabeza al ver pasar
la rosa, y no es su olor, olvidado,
ni su muerte inviolable
lo que nos alcanza.
Será quizá su lectura,
parapetada en una bruma
de huesos y delirio.
Martin Frame se disfrazaba con enfermedades: detective privado en una ciudad de detectives privados. Él era único, interpretaba con su mente la pata de palo, las cardiopatías, el hipo. Era una mente, un hombre que se compadecía del dolor ajeno. Respetaba la enfermedad, respetaba la vida.
Un día se cruzó en un parque con un ciego mientras hacía de ciego. Durante un momento el ciego gritó que volvía a ver, Martin se quedó ciego. Le pareció lógico. No era un imitador, pero las casualidades forman parte de la vida.
Cuando volvía a casa, el último día de su vida, recordaba lo fácil que había sido dejar de fumar. Llevaba ya una semana sin anotar cajetillas en su libreta de gastos.
En el último minuto de su vida, seguro de tener una solitaria puerta hacia la muerte abierta, deseó estar ciego, y que aquel ciego le viera, le tomara de la mano, le guiara un poco más allá: hasta el jardín de Rose.
Ese día, entre las piedras marrones, Luiperin encontró una zapatería de ogros. Estaba llena de caballos bastardos, niños huérfanos con ropas del medioevo, cabras con piernas humanas... ' llena de vida', pensó. Se iba consumiendo con cada mirada a través de la piedra transparente del escaparate. De niño, sus pesadillas le contaban como un hombre rubio, de ojos puros y azules, alto como un elefante, le amenazaba con su suave voz. Salía de sus gruesos labios un pequeño mantra que le horrorizaba: 'Únete a nuestros 10 millones de clientes'.
Ogros, en su mundo azul de piedras tejían carnes azarosas, y su hilo era la memoria de los que buscaban la Gran Felicidad. Un estigma verdadero, un lugar deseado. La minoría siempre existía, era un destino lógico.
Pensaba Luiperin en la belleza del hombre rubio, en la falta de honra hacia sus antepasados. Toda aquella belleza en un solo hombre, y tantos seres necesitados, sin ninguna flor a la que acudir.
Recordaba una noche en casa de Atlas, observando como sostenía el mundo en una habitación rodeada de espejos. 'Todos esos reflejos son reales'-decía Atlas- 'sin ellos, yo no existiría, otros mundos no podrían existir'. Aquella noche soñó con el hombre rubio.
La zapatería de ogros, sin puertas. Con vida. El hombre rubio, un sueño. Sin vida.
Pero, ¿y él mismo? 'Luiperin, ¿quién me puso ese nombre?'
Las piedras se abrían a un lado de la calle. Bajo un saliente vió el balcón de su casa. Alguien esperaba bajo. Alguien como él. Se fundieron al verse. Dejó de pensar en todo aquello. Alguien como él también.
Me cruzó, anchos brazos, sin mirar,
artesanía pura, un poco quebrada,
pero ante la luna
era como volver atrás
o ser el último.
Llegó a la mesa, capitán esmeralda,
hijo de perseguidores. El mantel
los tocó a todos, cogieron los tenedores,
muy despacio dejaron
los sombreros
y por placer
se inclinaron ante la dama
como si en el mundo dejaran
de existir las ciénagas.
Como si todo estuviese hecho
de servilletas
y sin duda
esa fuera la mejor opción.
Automóvil. Sonriendo sobre el automóvil.
Sonriendo. Se puso un collar al cuello sonriendo.
Collar. No se movió, era de coral.
Tráquea. Hipnotizado por los objetos,
como un automóvil, no percibió
la. Niebla. Rozó con el dedo su panza,
se puso de perfil y,
sí, se quedó clavado
en el paisaje.
La vibración de la niebla
nos moja con su zumbido,
saqueo impenetrable,
ojos vacíos,
pero
estás
lo suficientemente
cerca.
Tu caja de peines me recuerda
que no es suficiente
con que la bandera deje de ondear.
Superarla es como quedarse
sin aliento.
Las líneas trazan azulejos,
la vida se alimenta
de lo que queda en los rincones
(pequeños periódicos,
el bombón helado...).
Detrás de su madrugada
hay un hombre con la piel
de los que olvidan.
Despiertas.
Dejas una flor sobre el pan
que me dice
adonde vamos.
Grandes cantidades de datos
leídos con rapidez en un diagrama,
Euclides tumbado junto al árbol,
junto a la fruta pues,
o al futuro de la fruta.
Grandes cantidades de diagramas
repartidos entre los árboles
acosando a la primavera
con su universo ajeno.
Trazó el número
antiguo que contenía naturaleza
y humanidad, casi desnudo.
Se empezó a buscar
el centro, un árbol
del que cayeran todos los frutos.
Hablaron las escuelas,
las dimensiones se combinaban
sobre los cuerpos de los amantes.
A mucha velocidad parecía crecer
la rama que ahora está oculta.
La calavera de fiesta me empuja,
lirios fláccidos saludan por los pasillos
a la reina de todas las trenzas
con sus zapatos caídos,
con su arrebol de Musitania,
(¡rápido, rápido,
mi perfume se marchita!)
llanto de velas y
hela aquí
con sus latas de sardinas
acechando,
con sus
enredaderas.
No es el fin, murciélagos,
la reina de todas las trenzas
respira un poco aún en la madrugada
y manos de ámbar
tiemblan
(su cuerpo ridículamente pequeño
ha caído formando una arco
sonriente a la izquierda
decepcionado a la derecha).
Latidos por todas partes,
obreros eugenésicos abriendo
cinematógrafos en el cielo pardo
de sus ojos. El valor de la muerte
que todos perdemos
la educa.
Aquí viene (y va) a medio gas
la somnolienta reina de todas las trenzas.
Gestseihmefarhungaitelungerbuchlehrfaeden
fuhrbandernikensommnendatschbinuhrtaben
...o S.O.S.
Miramos fotos de torres,
elementos naturales sumergiéndose
en hondonadas de ruido.
Bajamos a través de los párpados a los cráteres.
Una intrépida hormiga tramita con un gato
la semilla del limón, boca abajo, boca arriba.
Perdóname, no pretendo el reproche,
ni una llave sombría,
ni siquiera hilar en silencio,
pero es el viento acercándose
a las ventanas
con el olor de la tierra apasionada,
ávida,
el que me va apagando con su llama,
transparente con su llama.
'I don't wanna grow up'
(Tom Waits)
No me esperes en las llameantes ambulancias,
no me rodees con el meollo de la ojera. No estemos
tanto tiempo en el tiempo, miserables amigos, ya deberíamos
robar. Librería a librería hurgar en la madera,
torpes como la elección de la oruga ¡robar el fuego!
Mesa, mesa, cielo de madera,
tu paraguas de cadmio no sirve ya
para jugar. Canicas en el umbral
de la vida, como cien ojos ciegos.
Salta junto al fuego, derrítete en la hermosura
de la hierba, donde el reloj de arena no se entrega.
Interesado objeto, nos embellece las manos,
nos quema la cena,
nos mira un poco mientras anochece.
En la habitación le esperaré, con las rodillas sucias,
para rodearlo de inolvidable piel de paloma.
(Pero salta, calla,
ahora salta en el verdor
de la inconsciencia).
Todo está prohibido, por eso esto es el paraíso,
no hay dinero cuando ese beso compra
un erizado cromo de lluvia, ni ganas de esconder
el tebeo de crines y estrellas.
Todo está prohibido, ¡viva!,
(es imposible parar ya,
es imposible no ver el telón tras la espera,
y que el deseo de ser mayores
no nos haga mayores).
¡Un viva en el incansable día!
Siempre hay una unión de espejo a espejo
donde nos vemos.
Cuando lo diga todo, yo seré tú.
Dame lo que quieras con tu abrazo
ahora que viene el silencio con sus señales
de azucena.
En la pensada eternidad ya no moriremos.
Tu rostro construído día a día, su permanente
despertar se extiende como un alma.
Lo sé, hubo y habrá una vida menos bella e insaciable,
de cabezas endurecidas, que entra despacio
por los suspiros.
Pero mira, ahora siempre tu nombre
es celebración, estancia que nos prorroga
con sus abrazos iluminados,
movimiento jubiloso en los manantiales.
Mi poder persiste como una paloma de destino
en tu regazo.
Lo diré todo, y serás tú.
Luz, la luz que es ahora como una perla negra,
luz debida; el más hermoso de los barcos
zarpa ahora y lo veo
a través de las hogueras, su violenta
roca volcánica destrozando el barro negro del mar.
Luz, como una oveja dormida,
su rezo hambriento de distancia
lo pronuncian tus labios. No te alejes
con tanta belleza. Las acacias, las campanas,
hundidas en los patios como pájaros dormidos.
Mi mirada como un cuerpo infértil. No me extingo
como las farolas en la brisa de la medianoche.
Grutas humanas se levantan tras los visillos
blancos.
Añoro el espanto de lo conocido.
Los pinares, los últimos gritos de la arena,
los cocheros marinos, los mosaicos.
Iluminan mi vida quieta. Iluminan las raíces
de mi espera, la tenebrosa marcha hacia los volcanes.
La esperanza clara, el río de jazmín,
unos ojos que deshacen el agua. Sonrisas
en la vida húmeda, mil veces.
Un bello animal se escapa arqueándose
hacia el cielo, levantando un cuerpo inflamado
de fuentes.
Deseé éxtasis, luego paz.
El deseo no dañó la realidad,
ni ahora ni nunca he vivido.
Los mosaicos avanzan hacia las rosas,
en escaleras translúcidas descienden hasta el mar.
La vibración de su sendero es como un arcano
al final del cual se sumergen los ángeles.
Saber que duermo, y en esa placidez
ser,
existir.
Por la noche el beso
derrumba las puertas,
golpea con fuerza las paredes.
Me encuentra siempre,
enfermo y loco, entre las mimosas.
Jardines protectores,
preguntadme por ella,
hablemos solo de ella.
Vuestros ojos le pertenecen.
Llega el elixir de la noche
abrasándome para ella,
para ella.
Manos magnéticas
llegan en un tren transparente.
Vivir es necesario.
Rumor de flores entrechocando
en mi amor...
No saben como toleré en pequeños momentos
las cenizas interminables en el tam tam
del ulular que me había robado
los guantes en Pompomtumto,
los cementerios como plantas lentas
porque las manos se me helaban de frío.
El vivir una aventura inexacta
aunque estoy seguro en la mímica
como anda el peligro, sus molinos silenciosos
quién era el ladrón
un tigre despeinado sumiéndose pantano
no le habría hecho nada tampoco.
Mi espesura es como un túnel,
soy de ónix papera cobarde.
No olvido los flanes crepusculares,
las gemas de Milo llamaradas.
Desempeño un ovuloblasto de hastío,
mi comunidad se ha redimido de pan,
es lírica su trompatrompa, eugenius
en la noche, vida de pórtico,
añado 200 teléfonos al laberinto
frambuesa élite. Suenan como
parturientas caléndulas en el fragor
de la ducha. Amenízame, heredero,
oligofante de dudas térmicas.
Yo te cerezo, bien camaleón,
perlas de dientes y tu bitácora.
Mis anhelados aviones desteñidos
juran rápido, charla diamante
en la rompiente, majestuosa
manzana lívida, plano en cerilla,
obtuviste bondad y subyugando
con menta tubos y dental occidente
en manadas. Originariamente
entrevista, repudia el pozo y alimenta,
repudia y alimenta, erial.
La topografía persiste, los mundos no.
Alamedas indudables de una tarde olvidada.
Calles en las que vimos ángeles:
podría enumerarlas.
Meteoros para los adictos al sueño,
manos que no nos pueden salvar:
si componen el momento,
perdemos su espera.
Añoramos lugares que no existen
si su brisa es aparato del alma.
Cuadros invisibles de la identidad
alivian con sus plumas rojas
el frío íntimo, la enmascarada desnudez.
Desde allí, cuando volvemos, preguntamos a la otredad:
¿aun llora en los sótanos el árbol de la quimera?
¿Aun los edificios que tiemblan estan cubiertos de sal?
Imprevistos estanques nos duplican,
las ramas de los árboles
alumbran la piel de los nenúfares.
Como si nos conociesen, jardines enteros,
menos pálidos, menos leves, impávidos,
nos huelen como a la vieja tierra.
¿aun los abrigos dicen: te amo?
¿aun nacen de la nada los brazos de jade?
La puerta del viento está en nuestros rostros,
nos ocultamos entre los círculos de avellanos
como nieve arrastrada por las estrellas.
¿Y si fuéramos felices?
¿Y si aquí todo este tiempo
hubiéramos sido felices?
El corazón al principio del otoño
hace ruido de pasos en la noche,
es una caja negra de cerillas
que ha venido a detenerse
en nuestro pecho sin motivo.
Todo está patas arriba en las desholladas ventanas,
todo hierve en los amarillentos espejos.
Plantamos nuestras alas de celofán en la tierra más fertil.
Vanamente sucede, los consejos y la tragedia
inevitable. Somos todos conversaciones.
¿Aun mugen las vacas entre los eucaliptos?
¿Aun las nubes hacen paquetes de papel
con la lluvia muerta?
Con los ojos más íntimos nos observan
como lugares en movimiento. Apasionadas
contemplan el mar. Hay hechizos
en sus mil lados, rosas ocultas
que soplan en cuerpos invisibles.
Desde allí, un perfume confunde las brújulas,
la inmovilidad de su misericordia
nos atañe, nos dice al entrar
que lo ha visto todo en los secretos.
No veremos hoy la lógica del agua grande,
su sutura de hirvientes piedras de río
marcando con animales una salvación sedienta.
Su corazón como el párpado del río
es golpeado y late. Como el sol,
qué importa si el dolor crece,
la pradera también esconde llamas.
Qué importa
si su corazón perdura como una familia
en la tiniebla de un nombre,
si su corazón de aceite
entre otros corazones no encuentra
hogar sin rosas de hogar.
Junto a la salvación va el río,
va hacia la sangre, hacia el arriba de agua árida
como una vida de muchos corazones,
como montañas levantadas sobre huesos de sal
que hacen sonar las membranas de las camas
y los desiertos entre mundos,
aterrorizando con su vida
los envejecidos ojos
de los perfumes, haciendo temblar
las heridas de las palomas quietas.
No lo veremos como la otra noche,
con las herramientas de la sombra
marcando en su rostro nuestros cuerpos
iguales,
porque ahora un idioma inmóvil que no nos concierne
atrapará en sus bóvedas las copas vacías,
los arrabales,
las inútiles luces.
Serena cruza la puerta con su bolsa de basura
envolviendo al titan desencarnado, pulsa el boton
del viejo ascensor, el ascensor escucha atento
como se alza su peso en el ruido. En su yelmo roido
entra la mujer, algo despistada, rebuscando
en los diamantes de su boca encontrara
el marmol sombrio de la puerta,
de la acera, el marmol de alquitran
y una vez reelevada, apagara
la luz con un hechizo de gran ciudad,
de despreocupada espera. Solo por el sueño,
por el sueño a la espera la radio,
la sabana tranquila y la Esperanza
del sueño.
Esta todo en el despertar,
cuando se levantan los parpados
y apagamos la ternura del tiempo
esta todo entre tus brazos de sombra,
elevadores de amapolas, fuentes de viento,
caracoles de cuchillo de luna.
No suspires con el corazon de tus labios
sobre mis ojos de nieve, no digas con suspiros rojos
que es el dia de seda
porque un poco mas de mar viene lento,
sin escombros, sangra puro hacia nosotros
en la infectada claridad.
Espera, cuentame con tu silencio
la estriada paz del invierno
mientras te amo, y con
mi incurable amor,
enfermo siempre,
trasteo en tu carne como de niebla,
entre dos mundos
que solo se unen
y se comprenden un momento.
Estais todos aqui
y nunca mas dejare que otro muera
en vano.
Mis alas
mis arboles
mi pueblo
la vida
protejo.
Por el camino y es pronto para la helada
divinidad que brota de la tierra rodeada
por galopes de flores. Silba el rostro
que abre la puerta, cruza los sarmientos
de recuerdos que se deshilachan
a la luz de los maderos.
Trepidan los arcangeles en las ventanas
con sus plumas recien cortadas,
nos rodean con la precision
de la lluvia sobre la posada.
De pronto la felicidad.
Escondida como una raiz.
Puedes. Es tu deber reclamar tu biografía
y que de ella desparezcan
los cuerpos, las miserias, las migajas.
Es tu deber como niño,
es tu deber desobedecer,
es tu deber para con nosotros.
La moneda con sus labios fríos
te trajo y se te llevó, hundido en tu levita
de barro soñaste el orden desentrañado
de los hombres junto a un machete espejo
de ti mismo, enredadera de un sueño
que con su poder decide la pátina helada
de los muertos que limpian tu mundo.
Me llamaste, sí, trajiste
tortugas iluminadas por la arena,
trajiste la lámpara que barre con ellas la playa
en la que fuiste al fin y al cabo mi amigo.
Y ya se apaga, va quedando su marca de rabia
y la negrura de un cielo que la alcanza.
Ahora el presente nos evita. Perdido el ser
la carcasa de un recuerdo reclamó
que avivaras el bosque. Veo como un tigre
nos devora y se esconde con un golpe ácido.
Veo como cae el metal en un infierno
de cráneos y nacen dos soles. Vi tu dolor
en tu dolor de otros, hermano, y la crisálida
de sal en la que su miseria sobrevivía
como una piedra eterna. Se rompió tu hilo
una tarde de muertos. Fantasmas azotados
por el maíz llenaron de tierra tus venas.
Te vi aquel día, y una aguja de tiempo
nos atravesó de hombres, hermano,
de hombres sin sombra.
Los largos nombres que llevamos,
para los que tan poco significamos,
su larga experiencia de ser a ser,
su impenetrable eternidad.
Nombres de piedra en el aire,
letra a letra acotándonos la sangre,
memorias de un gesto,
inocente lugar al que respondemos,
atados a la rosa de los vientos,
libélulas intraducibles del ser.
Una multitud a través de los tiempos
define un solo nombre,
y su figura que nadie ve
¿a quién espera?
Un nombre siempre incompleto
nombrándonos sencillamente,
para muchos pensamientos
un solo nombre, su opio.
Paraíso, acércate:
¿cuántos nombres esperas?
La mano tras la que nos ocultamos
no es la nuestra,
es la de los que han muerto por nosotros,
quizá en vano.
Pero como muertos permanecen,
y algún día, cuanto antes, saldrán
de nuestros cuerpos y obedecerán
de nuevo a la vida.
Insistirán sin saberlo
en nosotros.
Traduces, te llevas regalos, pisas con un poco de antipatía
las teclas. Los tópicos entre el tópico humo del cigarrillo
te van poseyendo, lo sabrás cuando bajes a comprar
el pan, cuando pagues en el bar las bebidas.
Traduces, y cuantificas tu esperanza
con nombres incontables, terrazas donde la gente
toma el sol, pájaros que trinan.
Tonterías.
Traduces las tonterías del pleno día,
las sacas a la luz y ejercitas su mecánico poder,
trenzas en general, labios en común,
acompañadas duchas con agua caliente.
Traduces palabras que hace diez años desconocías
en lo alto de un apartamento pequeño y luminoso,
con el corazón buscando el accidente
que te permita abandonar a ese animal
ilustrado que con aburrimiento te somete.
Traduces los espejos, tu pasado, los rostros,
los eucaliptus. Contemplas la vida en cuarentena,
sus rojos, su cuerpo.
Abominable lugar el del gusano en la fruta.
Traduces, siempre traduces, ni una mirada
más allá, ni un signo extraviado.
Costumbre y zoología, pinturas dormidas.
Nada al azar. Nada de lluvia.
Traduces grandes invisibilidades.
Comes manzanas en la habitación rosa
y mientras, se te tuerce el recuerdo de un caballo
al que apostaste anoche.
Te lavas los dientes con la mirada perdida
en sábanas de seda pero
hay que ver que ligero se fue el dinero
ya casi no queda nada,
no adueñarse del Casino fue otro error.
Un poco en mala postura, el cojín
te quita tres deseos: Lola, Paula y Alicia.
Vas añadiendo notas al aparador,
los pies más fríos que antes,
alma de lo urbano, qué acogedora
la impaciencia del azar, qué pocos lo saben.
Comes manzanas en la habitación rosa,
escuchas en la radio música sencilla,
todas las luces están encendidas
desde que naciste.
Cuando ganas, en tu cuerpo desnudo
se posan los gorriones,
y te ven pasar mujeres
de todas las edades,
y te van quitando alas.
¿Te arrepientes todavía de no
encontrar ese sitio en el Casino?
Todos se arrepienten,
al parecer la noche tiene correspondencia
con el día. Y tú con tus moratones,
con el paso indiferente de los iluminados.
Tanto tiempo esperado, el crepitar
de los mercaderes, miras la cúpula
de hielo que cubre tu sacramento.
Pasas todo el día tomando refrescos.
Los días vuelan como mariposas.
Los amores van y no vienen.
Un cálculo exacto y serás
la tierra prometida.
Por la que ellas van y vienen.
En el Casino, qué pocos lo saben,
la vida es diferente. Trajes
de etiqueta, sueñas, la luz de la mañana,
un poco de frío al calor de la gente.
La ciudad vacía, los elementos del silencio.
Recorrer el camino que te aleja de tu casa.
Ajeno a lo visible, en el mismo círculo
se movieron las flores, se movió la tierra.
Muchos lo dicen,
yo no,
tu mayor suerte es no reconocerte.
Hoy la persiana no ha bajado,
la carne no ha revivido,
el sueño no ha sido truncado,
la razón es un fuego tímido
escondido bajo una montaña de ropa.
Hoy la calle sale a la ventana
con árboles y trinan los automóviles
y el frío esperpento de la almohada
acuña el día y su pasado
con un rubor negruzco.
La luz encendida en el baño, épica,
el rayo de limpieza y los anteojos,
tanta celebración intranscendente
y agradecida
en la inmediata espera o meditación
pre y locomotiva en sí.
Un desfajado Mercurio chirría
y nos abandona tan lejos de Ítaca,
sobre una guerra sin savia en la que
como vencidos
también seremos vencedores
a través de vuestros admirables actos,
a través de su nueva y mínima memoria.
Los cubos de basura como pentáculos
señalan la zona ajardinada en que los cristales
nos dan paso, y somos la muchedumbre,
y el ritual humo, la idea y la siembra.
Y somos finalmente el alegre falso retorno,
nos situamos como la verdadera sonrisa P.M.
ante la plataforma
y con un beso de puertas automáticas,
como magos sin chistera,
nos volvemos exquisitos
subidos a la enredadera
de la cama.
Transatlánticos en las mejillas, nuevos mundos
como hormigueros aterrorizados surcando
toda la infancia, y entonces desembocar
en el suspiro de los cuchillos y su mordedura de árbol,
creer que somos ajenos al negocio de la vida.
Y ni si fuéramos astros dormiría la protesta
de sus perros grises, ni siquiera escondidos
dejarían de manar sus orfebres la esquina amargada
de las llagas.
Pero mirad:
aquí fue de cielo el fruto escogido
para manar nuestra sangre, aquí en los agujeros
se guardan espinas y huesos, aquí todos nosotros
sudamos dentaduras sobre la vía de los relojes.
Mirad a la alegría desencantar la muerte, mirad
a los hombres buscar los muros
como móviles paisajes rojos
en las aguas de pueblos olvidados.
Mirad, es un siglo lo que nos separa,
con sus tortugas sobre la boca,
es un siglo de ramas yugulares
lo que llega a nosotros desde entonces,
y vuestras manos exprimiendo el musgo de las
jaulas de las golondrinas, y los colores
muriéndose como caracoles de luz
ya cruzan el espejismo. Mirad, nos tocáis,
aunque impasibles. Las plazas de la nostalgia
se llenan de uvas y ya manan las mejillas
vuestro cuerpo de alambre. Ya os váis,
a ese otro momento que vivimos juntos.
El alma, delicada, abandona los árboles,
la sequía traspasa a su sangre un cuerpo.
Ojos que olvidan, Pentesilea
ya forma parte de la tierra que odiaba,
sus miembros ya no serán descubiertos
y también su historia entrará
una noche, embellecida por las lágrimas
por los tiempos por las acusaciones,
en los estanques inmóviles.
Nadie habló del blanco camino de placer
que observaste en el espejo
en aquellos primeros años, y desde entonces
esa lucha, esa lucha omnívora
y ahora esa rúbrica de tu cuerpo sin vida
contra la vida, y de nuevo memoria
hasta que los girasoles te contemplen
entre sus raíces y un hermosísimo
canto de putrefacción asuma el olvido.
También tú una sola noche te abriste a la tierra,
también tu carne de estuco fue tatuada en el hielo.
También hoy eres el arrogante ópalo
en el que otra mujer deposita su silencio,
la inocencia de su último aliento.
La vida cotidiana es también un cisma,
una declaración de memoria pasada o futura,
de como fuimos o vamos a ser varios años
insensatos.
Más tarde (esto siempre), corregidos y en grupos
de siete u ocho, sin el encanto
del desencanto iremos apareciendo
por separado en la vida de otros.
Nos sucede lo cotidiano tan a menudo
que ya todos saben donde encontrarnos.
Aunque cuando se vive así,
tan empedernido y a deshoras,
entre mundiales avisos de deshaucio,
uno siempre piensa que lo mejor
está por venir
yéndose.
Vamos a nacer en otros como las alas,
transparentes nidos dormidos en la menta,
nieve de los árboles.
Dime donde vamos, trepando
por el color de la piedra (presiento
que al dividido espíritu del otoño,
a la muerte sin final del viento).
¿Volveremos como rasgos de humo,
naceremos de otra sangre soleada,
de los cálices del bosque?
Vagábamos sobre el sol entre
la que nos narra y la azul que nos esquiva,
entre esas dos llamas,
y sus dos puertas abiertas y cerradas temblaban
hermosas como cabelleras. Por que venir ahora,
este noviembre, cuando la ciudad es una polilla sangrienta
que entre sus patas trae la escena de la lluvia,
y tras su tiempo se pudren los espejos
a la sombra púrpura de tardes y tardes.
Ahora, cuando el clavo de los trenes
apunta con su escarcha frenética de alambrada
al despeñarse sus tambores
en valles circulares de sonido,
con los ojos quemados de patio.
Ahora, como siempre, ante otra memoria.
Y dices que es ahora
porque nuestros rostros son abanicos
arrancados un instante a las raíces del mercurio
en la noche del sol, y nos movemos
al ritmo de la cal viva ahora,
esbeltos cadalsos del tiempo,
despoblados de escamas,
y a una voz morimos de pensamiento.
Se refleja en las sábanas el pájaro fosforescente,
pájaro de pico vacío en un universos íntimos,
y el desasosiego de sus alas es nuestra negra ilustración.
Que no nos toque ese perfume pagano
con el que infecta el polvo de las manos
de los niños. La victoria no espera nada,
quien la conoce tiembla como un dios
que calculadamente retira su sangre y su hueso
al llegar la primavera y observa
por las oquedades el baile humano del alma.
Fugitivo, vencedor, nada es grato
si no se ha perdido antes.
La amargura da palomas a la gente,
el musgo quebrado de los violines
desemboca en las heridas.
Un hombre exprime entre las lilas
la yema de nuestros corazones
y allí deja los cristales ordenados sobre el suelo
como grandes vestidos mal cortados.
Ahora, hermano,
todo ahora que volvemos.
Poder abolir,
vaciar,
jugar,
transmitir,
acelerar,
colorear,
responder,
sonar,
presentir,
alentar,
aproximar,
iluminar,
trasladar,
replegar,
encontrar,
triunfar,
evitar,
desintegrar,
desde el
lápiz hacia la rama,
el tacto,
el disfraz,
el triángulo,
el atlas,
el cráter,
la madreselva,
el secreto,
el orden,
el verbo,
el hemisferio,
el sistema,
el símbolo,
la moneda,
el culto,
el sobre,
la ilusión,
la fauna,
la materia,
el puñal,
y marcar tu cuerpo escarlata.
Poder.
Pequeña piedra sin ellos persiguiéndola,
luminoso aroma del cansancio, así,
cegado por la vejez, en su bello oratorio
de cielos leídos con las manos, el amor
o nosotros mismos nos deslizamos
agujero adentro en la misantropía
para no ser tratados por segun qué horror
de los demás. Los ropajes de los héroes se acumulan
en el armario, los recuerdos humanos
calcifican ese iris impenetrablemente fascinado
por lo que va a ser inaccesible.
Tan llena de vida la soledad.
Tanta felicidad en tan pocas dudas.
Cruzan las sábanas las horas con su sabor intenso,
importante, sábanas despiertas de pólvora, fiesta.
Toda una época que acaricia con sus páginas
nuestro insaciable sexo, geometría celosa
de terrazas sobre un mar, cualquier mar
o muchos sobre el mismo, insaciable geometría,
tus manos brillan entre las nubes, tú también hablas,
y a cambio, a través del placer te desconocemos,
hoja azul adolescente de odio, mira esta vida de todos
que nos hiere como la andanada de un cuerpo
abandonado, como una vela de la que solo
es inmortal su humo habla del ritmo nuestro, efigie de espuma,
te vimos abandonarnos apasionadamente, te vimos
porque desde entonces te vemos, brasa oculta
de los pétalos, cuchillo bordado y acosado,
tu estepa misteriosa cumple nuestra misma edad
y sin embargo tus glaciares son más hermosos.
Ahora que prescindes de todo excepto de la vida
cuidas sin nombre nuestra medusa de melancolía,
como un niño que enciende las paredes
sobrevives en una luz propia, en un remanso
inhabitado que traiciona a tu perla.
No vengáis, ya es tarde, la música queda lejos,
va depositando su madera diminuta
sobre el nuevo fuego.
Los abrigos indican urgentes la noche,
como relámpagos de humo abren sus ramas
sobre los espejos cóncavos del frío.
Mínimas multitudes
van arrancando
con
sus
misterios
las primeras arañas de lluvia.
Música que nunca vuelve,
ni aun cuando su gato rojo vierte maullidos
de caléndulas sobre los juegos de tiza.
¿Cuándo volveréis?
Pero no, no vengáis ya, ocupaos en el eco,
pedid al tiempo, estad presentes.
La espera con su lava triste, el alcanfor alineándose
en el horizonte, la sal navegando con los ojos abiertos...
Así atrae a esos pájaros el silencio, con dientes de chocolate
abrasan el papel del otoño: si ahora nos vieran establecernos
en sus comedores, si sus gatos de cristal liberaran los senderos
de la lluvia, qué absurda guerra de caricaturas encontrarían.
Crujimos los ahora huéspedes sobre los raíles de los cerezos,
observamos la batalla con sus suspendidos ojos rojos. Cuánto
desencadenado en sus raíces cubiertas por las venas de la amapola,
ya pasa sin tregua el lunar del mediodía
y los rostros con su furia constructora tañen el agua.
Una angustia de tigre irrumpe en los arroyos cantando
sombras azules, se incrusta el ácido en su sonido talar.
Cruza el campo el susurro de los frutos del cementerio,
'esperad' -predicen- 'la lápida de frescor'. Aman tallos viejos
y espinas de pez negro, abren ríos rosas de palpitar como armas
o ríos de sangres claras sobre el olvido, senderos besados
por esfinges, espacios extremos para la lanza que se abre
en el dolor donde se tensa la vida. Sauce creciendo sobre
el ataúd en llamas, ausente relámpago en las trenzas de los
lirios, elemento de flor torcida aullando como un agrio planeta.
El peinado deshecho de los molinos desesperados,
niños que bajan a las alcantarillas a correr y gritar, noches sordas
de esperanza como ángeles desnudos que anuncian
la tierra blanda del placer con inexploradas lágrimas,
descansa la tierra y extrae pequeños gemidos que
narran nuestras casas deshidratadas con hilos anteriores
a la nostalgia. Viajar desde entonces con papeles de calco,
extender la mano inflamada de anzuelos
para robar la distancia cuarteada del pasado.
Generaciones como páginas
que el otoño arrastra hacia su único espíritu.
A una misma hora la vida nos hace saber algo
que nos permite olvidar lo significado.
Sobredespertar y ver el sueño.
La armonía persistirá, aunque duda
el orden lacera a sus criaturas,
ve símbolos de otros símbolos, su acto no predice
la fijeza de la escenografía, ni el tiempo aclara
los ojos sin marca del que lo resuelve.
Somos un eco que se escucha a través de los siglos,
un vértice que talla la cordillera del tiempo.
Por eso a la ceremonia asisten seres que
extinguen la alegría con
golpes de tambor, y forma parte de todo
que la línea del pecado invente
superficies inmaculadas sobre las que reposar
del insondable vacío, de nuestras estrellas rotas.
Olvido sin marea que lo resuelva, norma de galápagos
en procesión por su fondo, estos ojos son solo
la superficie, han poseído el cuerpo
y su valor simbólico. Contemplarán
a las sombras adueñarse del rostro en el espejo
y después también a la luz resentida
le llegará el olvido, pero hasta entonces la hiel
avanzará como una pared húmeda hacia
nuestros labios y la besaremos, al fin, sin deseo,
acodados en la certidumbre, al fin, al principio,
la besaremos como si pudiéramos engañarla
y será como besarse a uno mismo
y sentir la repugnancia que inútiles años
han empujado contra nuestra nostalgia.
Darse la vuelta, empezar a buscar el olvido
con un movimiento,
hallar toda una nueva luz proyectada
sobre nuestra espalda
por el faro helado de la infancia.
Olvidar es, al fin y al cabo, recordarse.
Vibración, donde anidan los huesos,
pantanos de fiebre hecha vida sobre el tizón
blando de los sentidos, eremita de cuerpos,
nuestra última llamada es para tu inocencia.
Sobre el perfil acuoso de las mantas los libros
las excusas
de lo acontecido en sueños
como milagros de vidrio se posan
sobre la hierba suave que roe
kilómetros textiles donde una boca precipita
en el aire tendido a suaves golpes de sed.
Atravesar con un punzón la infinita enfermedad
y encontrar en su metal el trazo
de los lápices de colores. Observar tu desplazamiento
por entre las alas, descalzo como un río,
alabando la enjuta oscuridad, tu piedra
arrebatada por los pianos a lámparas de aire.
Suenan los crisantemos en la nada con ventanas,
himnos de fiebre, date cuenta de que lo mismo
es tan profundo a uno y a otro lado
de la herida. Te parece distinguir
los grandes huecos de los abrazos.
Es perdonable,
nos invitó tu enfermedad,
a tu guarida llegamos con tu tristeza.
Qué parecido el cruzarse en silencio de las flores
al movimiento de los planetas, ambos espejos silenciosos,
ambos trazando una caricia, extinguiendo una luz.
Residencias de la sombra, cuando el árbol
se constituye como un rayo enfermo, y nos traen
y nos acusan de estar aquí con secretas arañas.
Despedirlas es
como desvencijar una radio
en la que ha sonado la aurora. El rosal de la noche
también cruje, hebras oscuras tiemblan en los
cristales de tus ojos pero te envuelves con un corazón
y ahora podemos decir cualquier cosa dejar
que el destino nos inmovilice con su perfume.
De uno de tus pies llegamos al mar,
de tus dos labios al helecho sin nombre
de los besos, a alcancías de nubes, de ramos blancos.
Cómo nos movemos apaciblemente
en las horas, susurros, masas transparentes
rodeadas por cabellos de sangre, mi olvido.
El pez elástico del jardín enumera herméticamente
los signos de fuerza, los laberintos. Una flor
nace en tu aliento. Quisiera que la sal detuviera
estas manos, ocultar el eco mundano
con nuestras poderosas campanas de pura carne.
Así, en estos ojos no ha muerto,
así, oponiéndose al pálpito, nos sobrevive
como un asesino de oro, descansamos embriagados
por su árbol de tiempo.
Un poco, me temo, como la lluvia.
Hay un lugar, una tierra
que visito cuando soy feliz.
No sabría decir qué calle
me lleva, ni si llego a pie,
en camello o turismo. Voy
muy de vez en cuando,
pero siempre que puedo,
a voltear hojas, a beber
lágrimas de azúcar,
a ser yo, supongo,
incumpliendo mi tratado
con la realidad.
Entre tantos viajeros
y casi no hablamos,
coincidimos tan pocas veces
ni nos falta
ni nos hace falta palabra.
Tierra general, nuestro
olvido para que otros
puedan vivir,
para que a través
de la niebla nos vean
desde el ayer y vengan,
sin saber cómo
ni para qué, a estar.
Ante todo ello
no seré yo, no seré,
pensaré ahora, después
todo me romperá, lo romperé todo
suavemente
descenderá mi corazón
por el peso de las raíces,
uniré todo el silencio
y desde el sonido
me devolveré a lo que siempre,
desde ese momento, seré.
En mi escrito solo hablo de un cielo,
un cielo reseco, acabado
de limpiar por las nubes, un cielo de polen, de arcilla azul.
Si lo narro su cubierta de lunares de astro
se mueve nerviosa en círculos vacíos como un ojo
que busca las montañas
para llenarlas de luz, de lava.
Le exigiré lo que apenas estambre
acaba de abandonar la flor
con las alas ferruginosas de los que ahora
se pierden al empujar puertas,
le exigiré a los recién llegados.
Discutiré en sus débiles prados no el nombre
sino la imagen del nombre antes de que
sea liquen o se desmorone como una piedra negra
y de su recuerdo surja un sol áspero,
una espesura donde los pájaros ardan.
Desde un grito aparece, si no de otros hombres azules,
célula en las tinieblas que también sucumbe
a esa lejanía enterrada en un solo color,
a su primario rizo insondable de llanuras,
a su trepar por cuerpos de los que solo
él conserva tiempo, sonámbulo
que camina por otras noches.
Tantea con su rama primeriza
sin tronco sin apellidos sin tierra sin savia,
nos devora sin pertenecernos,
con nuestros cantos.
Salta a la esfinge de sus ríos
o delira cuajado en el empeño de sus corales
o de las tinieblas hace amanecer
la grieta de dos sexos.
Donde acabará la noche duermo manchado
incesantemente, ¿de qué me habla con arena?
sus párpados vibran como cisnes
levantándonos lentamente
hacia la palpitante campana de sol, sus secretas
márgenes de cal destierran
cielo hasta los tobillos de bronce. Te pienso
e impongo un camino de ríos: lo que no lees
es austero hemisferio nonato.
La tierra con su emergente catedral de palos
para siempre te une y te espera,
tu brisa en la piel oceánica de los lobos,
tu ausencia en las bóvedas, todo profundidad
escarlata que irrumpe
como un sauce continuo de transparencia
acuchillado.
No miréis, no miréis jamás el silencio,
lo que a su agua agredida y desnuda se enraíza,
su fiesta en los corazones de los pianos,
la pólvora verde de sus olivos,
las calles con sus máscaras de hojarasca,
no miréis su estatua golpeada
que una puerta oscura mastica,
no miréis al daros la vuelta
después de muertos
los espinos manchadas de ruiseñores
hasta que su labio en un estertor de azufre
añada otra vez la pobreza de las geografías.
No hay lugar al que ir a morir,
la descabellada frontera no es su cielo,
nos doblega la ausencia, su cadena
de espacios, su provincia, las rocas
de su despertar mudo,
y volvemos a dictarle los muchos ojos
del vacío.
Nos doblega la ausencia, su cráneo desflorado,
pero no el cielo.
Tan joven junto al fuego
sin patria aun sin excepciones
una nube sin brío te cegó
en Alejandría.
Tan inerme como el cielo demuestras
tu valor
sobreviviendo al páramo. Las luces
¿para qué te sirven? solo el calor
consumes, como una luna,
tú que de nada sirves y por ello
eres coronado. Dinos ¿para qué
te sirven? el gran día no llega,
se aclara el gentío, las voces,
después de tantas mentiras,
callan.
Te deshaces en el silencio
como la voz de una madre.
Tus ojos sin pupilas aun mezclan
algunos colores, deshechas acuarelas,
pero ya nada ven.
Fuiste lo que eres y
serás, pero el olvido
pertenece a los otros,
a los que olvidan.
Aunque la tragedia, como siempre,
es mínima si se es paciente. Ahora que te
revuelves lentamente las puertas oscuras
de los días se te
llevan y la melancolía,
su vano egoísmos, como
una cariátide de hielo te sostiene
con artificios de belleza.
Con piedras de aire te devorará,
y no será justo,
quizá, cuando el árbol que
tanto cuidas
florezca.
No será justo,
porque será
lo que esperabas.
Soñé, elaboraba un sueño sin lagunas,
todo se orientaba ordenado hacia el despertar.
Me mostraba hace unos años,
en la juventud de los peligros
sin pesadas ideas sin arsénico
determinaba mi sentido
también sin sacrificio.
El alcohol, la superposición de las tiernas heridas
formaban otro sueño más profundo.
En su inverosimilitud ni siquiera
el sueño alcanzaba el otro sueño.
Las nubes arrasadas por la emergencia
de las motocicletas, olvidaba el azul
sin necesidad de manifiestos
y era un sueño lo que se iba
sin dejarme acceso, a mí que tanto
soñé, a mis sueños. Recordar ese sueño,
y perderme en su múltiple determinación.
Las hojas solo caian una vez, me dije,
y contemplé así todo el otoño del sueño
durante días. El mismo autor
contemplado y dividido
olvidaba fragmentos que
su juventud conocía
y recomponía. 'En esto acabará
la inexistencia'.
Pero no fue fortuito,
la botánica onírica me paró el corazón.
Reconocí en el sueño
el despertar, limpio, aislado.
Entré en él sin finalizar la materia
de los sueños, y publiqué finalmente
en un bufido
la consciencia y el contexto
de los que me contenían.
El hombre entró en aquel bar de Estambul
cargando un maletín de tormentas.
Entró y vió el hilo dorado de una libélula
atravesando el sombrero de una señora
que sorbía ligeramente un veneno
multicolor mientras su cuerpo moribundo
se convertía en hielo
(se parecía tanto a su madre)
y el hombre entró
y vio la cáscara de su primigenio huevo
atascada en la luz de dos pistolas
que formaban un corazón.
El éxtasis de un cuchillo grasiento
relampagueaba en su ojo izquierdo
(o en el derecho si se convertía
en una forma opaca del futuro).
El hombre entró, vestido como si no
conociera la tersura del pecado,
con la corbata que brillaba en el eco
de sus pesadillas, con
los dientes de sus guantes mordiendo
los caimanes de sus manos, con su sombrero
en una sombra sin rostro,
con una solapa en la rosa, roja.
Entró y al entrar los cordones de sus zapatos
dibujaron un rostro antiguo,
y al entrar un ola de lilas se lo tragó,
y al entrar hombres enormes le recordaron,
y vió otra vez el cuchillo,
la luna, el bosque blanco.
El hombre entró y dejó a su lado el crepitar
de Radio Rusia, buscó
agua en el desierto, meditó en silencio
sobre la posibilidad de entrar
alguna otra vez en aquel bar.
Su propia metáfora es también
su pequeña historia, reflexionó,
mientras iba entrando y ya se acercaban
las estrellas, un disco de fuego
cruzaba sus costillas, el perfume
que le iba quemando los pulmones
era como una inundación que se llevaba
de su carne joven el tatuaje
del porvenir que el presente ya preveía:
dos cerillas en la mano del camarero se quemaban
con la rapidez del otoño a través de las vidrieras,
el invierno dejaba caer al mismo tiempo
una sola nieve sin segundos. Ya ha entrado
y nuevamente, cree, se ve entrar en los espejos de las
paredes y vuelve a entrar,
y a verse entrar
infinitamente
de la vida a la muerte,
de la misma muerte a la misma vida,
en dos mundos al revés.
Blanca con la piel de fría humedad,
una fértil negativa derrama cuerpos
lacios sobre el paraíso. La sangre en ellos ya
no es un bálsamo, ya no calma. Mira,
son
como nubes en los remansos lagulares
son
como ocas de viento danzan sin sombras
ante los ojos dorados de la tarde,
desembarazados del recuerdo de las norias.
Vil combustible de la serenidad,
te agotas y empujas con tu extraño triunfo
otro cuerpo a la nada. Severa es la hora,
salimos al bosque a través del río, madre
de nuestras madres, la chistera de hierro, observamos
el tiempo
en el que tantos vamos a morir
sus ojos dorados
nos van embalsamando con luz muerta.
No sucederá nada más allá, ni allá
donde viven aún todos los que hemos sido
habrá un movimiento.
Nos exploran los árboles, ya reconocen
en sus velámenes nuestra verde savia,
el nuestro es su nuevo fruto. Pero yo, que soy tú,
madre,
dices, digo, no importa
en este verdor tener aun cuerpo
si se olvidará su aliento
en tus palacios de cloroformo,
si todo muere siempre con la vida
enredada en muchas manos.
La sangre del aire en los alambres
inmóviles de una lluvia
geométrica e insistente
hacía de nuestra carne una máscara
atravesada de escalofríos.
El convencimiento idealizado del amor
anidaba,
sobre adoquines la mirada
como materia distante proyectaba
pleamares ilusionadas,
hablábamos frente a un espejo por calles
imprevisibles, llevabas el lirio
de silencio a mi boca.
Universos sobre el tiempo:
habíamos roto en la cúspide nuestros rostros
y eran más de las doce.
Una música infinita se llevaba las calles,
se llevaba a la lluvia las calles
con intensos brillos calientes
a los que nuestros ojos cedían,
algas iluminadas que cambiantes
han surgido de la nada
ante la oscuridad.
Aún, creo, sea entonces,
si un vértice nos toca el costado
transfigurado pero ardiente,
si el misterio no nos soluciona
y al acercar mis ojos
a tus iluminados ojos
la figura que nos posee
no nos predice.
Un escarabajo en el cielo ciego de los árboles,
vidrieras y su sistema de agujas, elementos...
Se alumbra erizándose
esa flor en nuestra sien, sombra
de muchos jardines que palpitan
acelerados por la nieve, pero, lo saben,
nada derrota a un ritmo blanco
cuando se intercambian sombras
en silencio.
El escarabajo en el sueño ciego de los árboles,
ojo negro que finge sobre los desvanes del aire. Pacientes,
suavemente frondosos se abren al átomo
de la violeta. No se es huesped del infinito,
contenemos la niebla que nos borra - susurran -
aquí no hay naufragios - y dicen:
pues no hay almas en el crepúsculo solo ángeles
húmedos que encienden las esquinas,
arquitectos de llamas;
y
pues su tejido de cigüeña
se desmonta como una telaraña de hielo,
ya son solo húmedos huecos sobre torres sin campanas.
" A ser uno con todo lo viviente, volver en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza. A menudo alcanzo esa cumbre...pero un momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condición mortal, y el asilo de mi corazón, el mundo enteramente uno, desaparece; la naturaleza se cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como ante un extraño, y no la comprendo. Ojala no hubiera ido nunca a vuestras escuelas, pues en ellas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de la naturaleza, donde crecía y florecía, y me agosto al sol del mediodía. Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona. "
Friedrich Holderlin
Hiperion o el eremita en Grecia (fragmento)
Me hablas con tu sangre
pero el ruido de las nubes
también eres tú.
Me hablas sé que me hablas
pero la radio encendida
de las nubes
traza un conjunto de silencio
en tu boca.
Somos dos en ese misterio
de una sola palabra
que escondes,
tan limpio como una cuerda,
en todas partes.
Me hablas tan alto, lo siento,
como un arco iris. Tus labios
abiertos se atropellan en las cerraduras,
eres un pentágono antiguo y cálido
como una semilla que trepa al sol
para calmarme, no sé si lo que dices
es más que todo nunca,
quizá si me escuchaste
yo ya me sé.
No mires aun la madera
de la tierra conmigo,
no enciendas siquiera las velas,
la razón no se refleja en los cuerpos.
Enumerando: el mar desborda el jardín,
esmalta las oquedades
de los sauces, las gaviotas
hacen sonar el aluminio
de los peces sobre
el corazón de la noche.
Morimos un segundo.
Grietas negras en tu rostro
me llaman como campanas lentas.
En la noche todos somos ciegos,
no hay miedo a la patria de ojos
y su otredad, transparentes
de oscuridad corroboramos
la vigilia de los besos,
sus palabras sin boca, los cabellos
llenos de estrellas muertas,
volcanes apagados en
habitaciones contiguas anotan paraísos
con su último humo humano.
Te apagas en todo tu esplendor
como un ruiseñor que sueña,
duermes entre aviones
ahora que ya no hay silencio,
ahora que por las escaleras resbala
un relámpago de tu grito
como un árbol de aire.
" A pesar de sus treinta años, Berta Young tenía momentos como éste de ahora, en los que hubiera deseado correr en vez de andar; deslizarse por los suelos relucientes de su casa, marcando pasos de danza; rodar un aro; tirar alguna cosa al aire para volverla a coger, o quedarse quieta y reír... simplemente por nada. ¿Qué puede hacer uno si, aún contando treinta años, al volver la esquina de su calle le domina de repente una sensación de felicidad..., de felicidad plena..., como si de repente se hubiese tragado un trozo brillante del sol crepuscular y éste le abrasara el pecho, lanzando una lluvia de chispas por todo su cuerpo? ¿Es que no puede haber una forma de manifestarlo sin parecer beodo o trastornado? La civilización es una estupidez. ¿Para qué se nos ha dado un cuerpo, si hemos de mantenerlo encerrado en un estuche como si fuera algún valioso Stradivarius? "
Katherine Mansfield
(Gran Bretaña, 1888-1923)
Felicidad (fragmento)
Vimos: los hierros de la tormenta
aniquilan en las sombras el rastro de la región.
Ahora que llegamos aquí, mientras los astros
escondiéndose en sus oquedades ciegan
la figura de los que amaron, en su entierro
brilla púrpura como un hueso viejo
el tejido del animal que abandonaron.
Bajo los árboles ya no triunfa el horizonte,
las largas espinas de sol que atravesaban el mar
de ruiseñores
tardes
calientes esperando la muerte
sin saberlo, esperando la llegada del mar
que todo lo olvida, y fue
como acuchillar un pistilo de agua,
nieve entre los dedos,
las simas de la flor de acero traspasadas
por hombres cargados con ánforas.
Atacamos entonces, arrancando ramas,
golpeando la luz en el polvo, como si la cueva
en la que tiemblan los secretos empezara a nacer
tras el veneno de nuestras bocas. Fue
como ser niño.
Mitigamos la ausencia
con espejos silenciosos,
nos mantuvimos invisibles
en las noches tibias,
esperando.
Todo lo abandonó Li Po
al orden de este mundo. Su ley perdida
dejó de entrelazarse con el día y la noche.
También sus perfectos gatos
fueron olvidados por los espejos.
La única sustancia, la misma idea,
el instante descoordinado en que desapareció
su ábaco, se extendió sobre la certeza
como un manto helado, hipotética visión
de sangre presentida por un puñal.
Por todo ello
nos precipitamos en volver
a la desnudez,
fantasmas del vino,
felices fantasmas de la oscuridad
sin tiempo,
buscamos rostros,
subimos bajamos
peldaños
con los pájaros.
Transcurrir mientras la retórica
del parpadeo se hace al sueño.
No hay nada en llamas.
Nada en llamas.
Nada nos busca
ni las sombras.
Despertemos
no muy tarde, vida.
Se escribió en tu sangre
la adivinanza enfebrecida
de una flor con escamas.
'¡Traición!'- dijeron los ojos iluminados.
No veías ya tu cuerpo
y estabas presente en los tres reinos.
Como una Prometea violeta
apareciste una mañana.
El alma llena de bolas de papel de periódico,
lápiz de tierra en las manos
de tus enemigos.
Dijeron tantos nombres,
y ninguno era el tuyo.
Te llamas como la ausencia
de callejones, como los objetos
que se descifran en los espejos.
Sobre el río camina
tu espalda arrancada
por las ruinas de la vida.
Los guantes de corcho
te los regalamos, ciegos.
Son tan profundos como el marfil
verde, como el azúcar.
Prolongaciones de los trapecios,
de la música en vilo, de las pulgas.
En tu última hora se te regala otra,
y como los geómetras,
mueres en los jardines
numéricos de la esperanza.
Ya no solemos hablar
de espejo a ojepse
con el humo. Se nota en la cal que la humedad
cometa sin refugio blanco
expira y exige el remoto paseo sobre el caballo
de las estrellas. De las estrellas al precio del deseo.
De eco
a eco
con las manos brillando.
Con águilas en los ojos.
Si ese día bebiera
el mundo
Si los lagos dejasen cisnes sobre su cima de espejo
a espejo
los cisnes blancos de las nubes en lugares
donde todo lo que nace
es de terciopelo. Si los caballos
crearan con sus pezuñas el oro que ha de endurecer
los labios de los amantes.
Si la belleza tuviera otro nombre, y al llamarla tú te giraras.
Y comprendieras nuestra sublime vanidad,
que
es el
deseo...
Por la mañana cualquier taza es el rostro de la valentia
el ardor de los pulgares en el sueño
la vacua erradicacion del sueño
el peligro indecoroso
el trayecto en que se cruza la mancha de veneno
sobre nuestro pijama
la sensacion de naturalidad
tan tersa
en nuestros ojos hinchados
las ganas de no avanzar
el deseo mas humano que
en la pereza
esconde el fin de la sabiduria
y parte del descanso
anhelado
que tan poco se parece a la muerte.
Con el encuentro, de una extrema sencillez, de un cuerpo en forma de organo, el joven Paulus comenzo su suspirada carrera de musico. En sus dedos la sangre formaba ecos de clavicordios marinos, en su corazon se enredaba el lastre ferroviario de un hueso contrapuntando la vida.
A cada puncion que infligia al instrumento sentia como una manada desbocada de venas archivadas en las entrañas de la musica le salvaba.
Paulus soño un dia con el rojo atardecer, y puso sus dedos amarillos sobre el cielo para tocar la musica de las esferas.
Y sangraba, con aquella armonia, el tronco del arbol que su bisabuelo planto buscando la fruta, el carmin de una manzana que recorriera el cuerpo de un rio, hasta llegar al mar y hacerlo sonar.
Aquella manzana era ahora el sol que se iba, y en el sol estaban escritos todos los tonos, los trinos de los pajaros, las notas ornamentales de las flores, el hollin de lo que se extingue en la gran marabunta del Universo.
No hay un mar sin portador. No hay venas por las que corra el mar si no se duerme de el. Los susurros de tus besos son un secreto que portan los que caminan por el fondo del oceano. Tu y yo entramos en una piramide de sol azul bajo el agua. Tu cuerpo me arrastra, araña mi piel como una rosa. En el mar los suspiros son peces que nadan a contracorriente. Los barcos de los piratas nos sobrevuelan, en este hogar blando. Apenas vemos las sirenas, apenas los caballitos de mar. Mis ojos estan clavados en tu corazon, mis manos en tus piernas. Nos dejamos tragar por esa eternidad azul, por el unico silencio que existe. Para no volver, como dos niños locos, a Terramar...
Hay balsamos, hay esperanza. Hay un dedo que señala la salida. Un buque de guerra, hay un buque de guerra que señala con sus cañones la salida. Un buque que se muere. Un dedo oxidado en el mar. Hay un cariño y una esperanza y un balsamo.
Y no hay ausencia. En una caja de bombones solo hay uno amargo. Su ausencia seria como no saber nunca.
Hay amor, y hay deudas y una paloma que trae una rama de olivo. A un buque oxidado. A la esperanza.
Hace ya media vida
que te pregunto
la razon de los laberintos.
El hermoso helecho
y su tierra negra, las rosas,
el pan caliente.
De todo eso no recuerdo
la direccion, no hay marcas
en los telefonos,
se llenaron de telarañas los lienzos
que acariciabas.
El otro dia pensaba en la soledad invisible,
en el eco de la lluvia,
el deseo
las emanaciones de los cuerpos que nacen.
El oleo.
La sangre esparcida a pinceladas por nuestro rostro.
Ni tu carne ni la mia estuvieron solas.
Los labios eran como una esfinge
de noche
corria a tu cuarto
y tu al mio
y estabamos juntos hace ya tan poco.
Duermo aun junto a ti, aun me dejas.
Piensas tantas cosas, no se ninguna.
El eco de la lluvia.
El oleo.
¿Quien nos creo?
¿Adonde iremos, en esta niebla?
Antes pensaba que cuando alguien se alejaba de casa, era para ir a morir, en secreto, como lo hacian los elefantes en las peliculas de Tarzan. Mi abuelo debio morir asi, mientras su rebaño pastaba, en alguna montaña cerca del Mediterraneo, huyendo de algo que nunca estuvo cerca de adivinar. Mi abuelo huia, he decidido, de las lagrimas y de la oscuridad. Sus perros eran los mas rapidos del pueblo, y los mas timidos. La timidez no esta reñida con la crueldad, cuando salian a cazar liebres, los perros las despedazaban.
No importaba, en aquel entonces aquello formaba parte de la libertad. El libre albedrio.
Ahora, pienso que murio en la cama, jubilado y harto de los pecados que no cometio.
Lo pienso ahora, y veo a los perros.
¿A quien pregunta alguien que esta soñando?
Las armas han caido y una flor tiene un plan para esta medianoche. En los campos aparecen los rastros, de caramelo rojo, de vara de espinos, de mensaje en blanco. La mañana comienza con un desvio hacia el cielo, con los brazos en telaraña, con la cicatriz desierta.
De trapo. Los edificios son de trapo, los jardines de sueños, las aceras cantan la cancion de caminar.
Todo de agua dentro, los patos de alas tibias, los dias que vienen y van. El tranvia que nos lleva a los museos donde llevamos los cuadros de nuestro comedor. La llama nos lleva, de agua por dentro es la escarcha y el hielo y el glaciar. Y nos escondemos en el agua y en el fuego, riendo como cometas. Tranquilidad, confianza, pase lo que pase, no es el final.
Pase lo que pase, sin elipsis, el niño escribe con tiza de colores en la pizarra de sus dias, y no se cansa, de esos azules, rojos, verdes, blancos...
O dragones. Y en sus alas de escarcha el merodeo de los largos dias de estio. Y en su dracma la efigie de Paris. Y en la mirada de salida el loco frigio que mentia palabras de metal para anillar el amor, y en el amor un lince. O dragones, la salvia crece en los jardines sin dueño, en la dolorosa recreacion de la naturaleza que aparece en la yema de nuestros dedos. No pertenecemos, solo estamos. Pasamos con los labios de aire, con las manos de aire, con las creencias de aire. Y no permanecemos, nuestra mirada no es un monte ni un rio. Nos vamos, con una caricia o un vapor. Y miramos un poco extrañados, mientras nos vamos, como no sabiendo de que iba todo aquello de la vida, sin aquella luz, sin el agua y los labios en que estuvimos solos...
La rosa es el eco de su mundo, y en su color estan los signos de las volutas de humo que se desnudan sobre los cuerpos en la noche. La rosa es un eco del lugar al que pertenece, del jardin que se perdio en los pueblos sin nombre sobre las montañas, del rio que se seco. Como un atolladeo del alma sus espinas contienen el veneno del mundo que otros crearon, y en la herida sentimos el peso de lo que nos es dado, el dolor de lo que nos convirtio en lo que somos.
De un tiempo a esta parte las sombras se solidifican,
las calles forman parte de un sueño anterior a la humanidad.
Bueno, en realidad no tanto, pero si es cierto que
de un tiempo a esta parte las colmenas zumban como hospitales.
Si, de un tiempo a esta parte no hay titeres,
de un tiempo a esta parte tengo una pierna mas larga que la otra,
los espejos se cortan como la leche en el estomago de la madrugada.
De un tiempo a esta parte las manzanas se guardan en tarros de formol,
de un tiempo a esta parte,
y los caramelos sufren...
De un tiempo a esta parte se enrosca en el corazon una epidemia de confetti,
y la bruja de los muelles exije a la luna su sangre blanca para las polillas que se mueven bajo la luz arrugada de las farolas casi como yonquis, o como enfermos con goteros, trasteando con sus alas las delgadas hondonadas voltaicas.
De un tiempo a esta parte el jabon se seca en mi piel, eso esta claro.
De un tiempo a esta parte el eco suena como una pierna de madera.
De un tiempo a esta parte hay tantas rosas que no es posible conseguir agua para amamantar la belleza de los arcoiris.
Y los gamos y las leonas estan en la misma pagina del mismo libro.
Y los gatos y los perros maullan,
y las esquinas estan fortificadas con lenguas eslavas, que son las que llegan cargadas de olor a gris y de dientes en alforjas, de ventanas de hierba y dedos gordos.
De un tiempo a esta parte, quiza no tanto, unos cinco minutos, eso es,
no tengo ni idea de quien soy. Ni de donde estoy.
Pero no importa si a mi no me importa.
Solo de un tiempo a esta parte, no importa.
A veces, las nubes se apartan y aparecen los prados estelares llenos de vacas de leche resplandeciente y nosotros nos quedamos como embobados, con los vasos en la mano, haciendonos preguntas estupidas.
Y luego se van, esas nubes al volver traen la lluvia, traen a sus hijos y los desparraman sobre el mar, sobre los rios y la tierra. Y sus hijos son sus lagrimas, lo cual les causa cierto desatino. Ocurre que siempre uno termina por estar triste, y llora, pero el dolor de las nubes negras es enorme, se ponen de luto, porque solo lloran cuando su dolor es mayor que el de perder a un hijo...
Mi vida es una sucesion de arco iris.
Escribo con un color que nadie puede ver. Aqui, bajo esta linea, se escribe un color completo. Es decir: describidme el naranja...
Quiero decir,... describidlo sin ningun sentido en juego, describidlo por logica...
Parece que no existe, pero es el naranja, que es un jugo, que es una saliva...
Y al final ¿que os queda?
El perro, el perro ya sabeis de quien...
Recuerda: no eres tu, es el
Recuerda: la sal no es el lugar en el que duermen los cisnes
Recuerda: en la tierra no hay nubes
Recuerda: siempre estuvo todo perdido
Recuerda: la belleza esta hambrienta
Recuerda: y siempre consigue lo que quiere
Las fichas enlazan con el cielo y se
internan en la parte del cuerpo
y de la
sangre esculpida trazando
-enlazando, queria decir-
un recipiente con otro
llenando el perfume de lagrimas
de vespino
de lagrimas ligeras de verano corriendo
por los caminos a 50 por hora
aprendiendo que significaba cada insulto
(al final eso es la madurez)
y no pasar por el tamiz de la sabana al dormir
despertar limpio
sin sueños sin esperanzas
sin necesidades
aprender a no saber hacer daño
vivir en lo mas cercano
añadiendo puentes a los puentes
que otros envian
en paquetes de mil formas
que huelen a tormenta.
Y al final se cierra el circulo
a la espera
de que se pueda volver, y ver
como todo renace, asi,
examinandonos las cicatrices
de las rodillas
Llovieron las respuestas. Mas tarde, a medida que afloraban los railes en todas direcciones y zarpaban trenes allanado colinas y agujereando montañas, casi perversos en su feroz deseo de llegar a su destino. En las orejas entraba el ritmico lamento de los railes, y entre tanto todo vibraba como fatigado, como emocionado - una especie de tic perpetuo que te iba desgastando el alma. Y por la ventana - por la ventana, mas alla del cristal, iban desfilando los añicos de un mundo hecho pedazos, perennemente en fuga, desmenuzado en millares de imagenes que duraban un instante, arrancado por una fuerza invisible.
En el sueño, las granadas eran rojas como el interior de su cuerpo, y las balas eran grises como el otoño que se acercaba a la playa y dejaba, cubierta de hojas amarillas, la esencia de limon que amaba de aquella turista. Ella no le dijo nada, y dejo el corazon sangrando sobre la arena, antes de que volvieran las ballenas.
Recorriendo el pais que le ignoraba, encontro la sonrisa, el joven Ephial, y mas de 100 puertas hacia la felicidad sin necesidad de trabar en su piel las llagas de los libertadores sin causa. Olvido su dura vida, y estrecho entre sus manos los rayos del sol, que crujieron suavemente en la galaxia.
Hace poco lei por primera vez a Paul Auster. Es la primera vez que me doy cuenta de que la lectura es un virus, o causa daños hormonales, o se incuba, igualmente. El caso es que afecta a tu manera de vivir. Y no me refiero a que tu mente de su resto. Estas enfermo, realmente lo estas, y la lectura te inocula esta enfermedad. Auster me lo ha hecho ver, aunque ya me habia pasado antes, inconscientemente.
Desde entonces (hace una semana que lei a Auster), he estado incubando una buena gripe. Y hoy al parecer se ha desarrollado intensamente. Esta mañana he vivido uno de sus relatos, y ahora mismo, escribiendo de aqui y de alla, ha vuelto a pasar. Estaba acabando de apuntalar mi primer post, cuando me ha venido a la cabeza una cancion. La cancion era "Waltzing Matilda". Eso me ha llevado a Tom Waits, del que he puesto una cancion que no es suya, pero ha definido un momento de mi vida, una esperanza. Y siempre ha sido una de las canciones que no he entendido de Tom Waits, y aun menos dentrode ese album, "Blue Valentines". Si "Waltzing Matilda" me ha llevado hasta Tom Waits, Tom Waits me ha llevado hasta Australia, donde yo acababa de estar. Aunque Australia es un tema recurrente en mi, nunca habia escrito acerca de...y un comentario de la cancion, oh inculto de mi, me dice que es un tema muy popular en tierra australianas, tanto que hasta se ha convertido en el himno no oficial del continente. Si yo no tenia ni idea, ¿como es posible que estuviera tarareando mentalmente la cancion mientras escribia sobre Australia?
Claro, claro, mis amigos, que hay ornitorrincos alli, y canguros. Es caro viajar, y un viaje muy largo, aun en avion, se tardan triquicientas horas. Estuvo alli mi padre con el tuyo, amigo, y un dia ambos me lo contaron, aquel dia en que perdi mis sueños jugando en la maquina del bar. Ellos lo vieron, me enseñaron fotos de nuestras madres, y tambien de la madre de aquel, junto a los conejos con sus minifaldas, ellas, no los conejos, o quiza... bueno, no recuerdo. Pero en el cielo, en el fondo de la foto se veia un hombre con alas, y eso solo lo hay alli. Angeles, me dijeron, solo hay en Australia.
Hay varias formas de buscar nuestra estrella. La que yo utilizo por pereza, puesto que es la manera mas facil y menos ardua de buscarla, es simplemente mirando a mi espalda. No nos serviria un espejo, la estrella siempre estaria de espaldas al espejo, lo cual no es muy aclaratorio pero sin duda inteligible. Los que ya han andado buscando su estrella me comprenderan con rapidez.
Y eso no significa que sea una cuestion de rapidez, sino de años luz. La rapidez aqui no llega a pronunciar su propia erre, asi que es imposible llegar una letra mas alla en el alfabeto. La e es sencilla, pero la ese ya ha visto la sangre y ha perdido la estrella.
Una vez nos damos la espalda a nosotros mismos, vemos la estrella. Asi de abrupto, como lo es la humildad. Y no es que comulgue con esto, pero de vez en cuando, es bueno saber que no se esta solo en el espacio.
Cuando volvio a la habitacion, ella estaba llorando con un disco en la mano. Le dijo que habia escuchado esa cancion ayer por primera vez, y que hoy se habia dado cuenta de que habia perdido el tiempo intentando saber a quen pertenecia. Y habia perdido la cancion, que solo pertenecia a ese momento y a ese lugar.
La cancion ya no volveria a estar, por muchas veces que la escuchara.
Y lloraba tambien, y eso solo lo sabia dentro de su corazon, porque era feliz, y echaba de menos su tristeza, que al fin y al cabo, era lo que le hacia sentir especial.
La explicacion es simple: volver al utero es aburrido.
Las ramas de los arboles estaban cubiertas de salitre aquella noche. Y los sueños se habian mojado.
Penelope se cosio la boca y el sexo.
Posibilitaste el ansia de mi corazon con caricias como nadie supo. Te ame con la sana intencion de permanecer dentro de nuestros laberintos. Me se embrujado y me permito, ante tu cuerpo, saber. Alzanse torres que no me pertenecen, donde no vivo.
Alzaste tus brazos, y yo resucitaba, y tus perros me ladraban porque de ellos algo habia en mi corazon, y te amaban. Te ladraban, y yo soñe con tus besos. Me hice grande en ti, y en tu ciudad de rios lo fuimos todo.
Un saco de dormir para soñar, una mirada para soñar, toda tu en el sueño que se despierta, mi gran luna, yo que amo tanto la noche, me amaste, y yo ya te amaba tanto...
L'estel blanc fins al nucli treu el cap pel cel i esvera les aigues desendreçades de la matinada. L'estel blanc es capgira treient tentacles de llum, beu la negror de l'espai obert, trenca la cama d'un planeta blau. Es el tret que es nega a ferir, l'esperat on resuscita, el petal de poma blava que treu la nau de filferro i l'alimenta amb el seu pit de flama. L'estel blanc esta fet de silenci, i narra les adresses dels ciris, les seves explosions, i la pols deixada als confins, on dins de cada pedra esta escrit el gest descabalat de la runa damunt la vida.
En el sueño, Paupag reconocio al joven de rasgos orientales que se conocio a si mismo en un sueño. El joven se le acerco, saco unos lentes oscuros del tronco negro de un arbol, y Paupag supo que con aquel gesto le habia robado algo. No era el sueño, ni algo que pudiera tocar o sentir. Lo sintio con algo que estaba cerca, y no consigo mismo, lo sintio con el alma de todo lo que estaba alrededor, y no con su alma pequeña.
Desperto, y vio un rio de tinta negra sobre las sabanas, formando una tierra que pertenecia al joven oriental.
El Rey de Siempre hablaba asi a Paupag en una serie de repeticiones:
"La tierra gira, y algo empieza a repetirse en las mismas condiciones que aquella vez en que se derramo la tinta sobre tu carton en blanco, y atraveso las palabras, y formo un rio negro en cada habitacion, un rio que desembocaba en el corazon de nuestra tierra.
Y Paupag, tus manos quedan selladas desde aquel dia, o lo que es lo mismo, desde hoy."
Repitio esto dentro del caos ordenado de los siglos II, XIII, XIV y XXII, a diferentes horas, con el sol brillando en la misma ventana.
Le dolia mucho la cabeza, y tenia el brazo magullado por la explosion. Vio las estrellas en aquel enorme cielo redondo. Se acosto, y por la mañana, nada de sangre...
Sobre el sombrero de la Gran Dama Blanca rebotaron las piezas del ultimo puzzle de Paupag
No vi nada, solo luz, el sol bajando sobre la luna. Astros detergentes que no se movian segun nuestro tiempo, se movian en la eternidad, enlentecidos por la nada que se les acerca desde su encierro universal.
El Sol nos recibe en su enorme comedor. Casi no podemos abrir los ojos, pero nos vemos reflejados en espejos inmensos, y debajo las nubes cayendo a la tierra.
Veo como se quema el papel que le entrega el gran sacerdote, las leyes que confirmamos en su honor desaparecen con una llamarada en mil espejos.
Quedan 3 horas para que acabe la visita.
Uso como paracaidas de mi vida el jardin de su casa.
Alguna mañana me levanto cayendo a toda velocidad (y no es una metafora) justo en medio de la oscuridad. Y si no caigo, al menos se que no hay suelo.
Entonces tengo que salir flotando hacia los cojines de violetas de su jardin, hacia sus helechos esperanzados. Solo entonces salgo a la calle como puedo, con los labios empapados de clorofila, con la espina dorsal destilando el verde de las plantas de menta.
Salgo a la calle despacio, sin que el se de cuenta...
Un turno para alunizar, solicitamos que no haya viento,
que ya esta bien de dar bandazos,
hombre.
Ya tenemos bastante
con el sol
que no quema.
Ahora lo que hay que esperar
es hacer pie
en la luna.
Vivian en un desierto de oro, donde no existia la palabra. Se mordian unos a otros en la ceguera del sol sobre el metal. Estaban locos y daban a luz muertos.
Se secaban en aquella riqueza infinita, haciendo señales en la noche, en la calma terrible de la sangre en las bocas y del frio, del frio y del metal de hielo, de las flores olvidadas y la materia del sueño que termina tras las estrellas.
La piel lustrosa de la muñeca de sal era otro enigma que habia devenido en simple mentira con el paso de los dias. No hubo tal piel de sal, y nada pudo hacerle creer que la hubo. En aquel club la Noche se dejo caer en un sueño de alcohol, se dejo acariciar en los espejos y creyo que nunca se derretiria en aquel mar.
Y eso creia El hoy, bebido y llevado por otro enigma, el que sujetaba a su cuerpo, y solo alli, aquella compañera nocturna, el misterio que segun pasaban las semanas se iba rompiendo en los cabos de las telarañas. Observaban juntos a la araña alli, esperando el momento de aparecer y mostrar su magia para la muerte.
Se rompieron pieles y cuerpos, y volvio una noche al Club Duende. Alli escribio:
"La memoria es inverosimil"
Y Ella en el cuarto de baño:
"En el espejo solo se refleja su muerte"
Pregunto El aquella noche por un sueño, y todos despertaron, y dijeron que no, que no habia sueño, y probablemente nunca lo habia habido.
Luego escucho el viento y subio al cielo. Y lamio la sal. Y se sintio un poco triste, alli, sin dinero para quitarse de un trago todos los sabores de la boca.
Pieza 0: Las acacias reciben una visita de viento.
Pieza 1: El sueño ve como un mortal se fuma su cigarro, y despierta.
Pieza 2: Sumidos en la ventana de la noche se extinguen las especies de luna.
Pieza 3: El cielo es un color rojo, en la niebla de sus besos se diluye una nube
Pieza 4: y cantan los pedazos de los arboles que quedaron tras el viento, el canto de las acacias
Pieza 5: sacudidas por un viento que llego como se va a los confines,
Pieza 6: que llego un poco dejando que todo se fuera y no echo la culpa a nadie.
Pieza 7: Asi es el viento, asi reina sin dar explicaciones y deja a los monos tiritando
Pieza 8: y envia regalos a mar,
Pieza 9: y elije peces y derrama pajaros.
Pieza 10: No deja escrito su paso,
Pieza 11: solo marca interrogantes que derraman una curva de harapos en la vida.
Pieza 12: Asi llego aquel dia el viento, y cuando se fue nada era lo mismo.
Pieza 13: Los juguetes sobre las acacias.
Pieza 14: No dejo ni un sueño.
Pieza 15: Se llevo todo lo invisible,
Pieza 16: porque de amor y de sueño y de esperanza y de sonido esta hecho el viento,
Pieza 17: porque de todo lo invisible esta hecho el viento.
Pieza 18: (Los fantasmas, el miedo).
Pieza 19: Se los llevo a cualquier hora porque con un tictac de todos los relojes se llevo el tiempo.
Pieza 20: (Y sabian que un dia se llevaria la luz, y en la oscuridad todo seria suyo).
Pieza 21: (Se lo llevaria todo metido en la oscuridad y las estrellas serian viento, y los jardines, y el amor, y los sueños).
Pieza 22: Pero eso no estaba en las runas.
Pieza 23: Lo contaban los que lo escuchaban en el agua bajo los cisnes, en los baules de los desvanes.
Pieza 24: Los que escuchaban en lo invisible.
Pieza 25: A traves de las hojas hinchadas, en las noches de acacias.
"Recordamos aquel barco que atraco en el lugar malva que se perdia entre las alas de la ciudad. Bajaron todos ellos, diciendonos con los ojos que estaban en el mar, que fuera del agua se iban a morir, que era indigno para los tiburones morir sin sangre como peces rojos.
Nos contaron el enigma y la desaparicion del signo, una y otra vez nos enseñaban el libro en el que el signo escribio su destino. Vimos la runa y su significado fue extraño para nosotros, tan llenos de cielo. Aquel destino absurdo de mar no nos importo demasiado.
A veces contaban su busqueda vana, como entraron en aquella niebla y como se encontraron en puerto sin sentir el mar.
Piratas que se van muriendo en el cielo, sin saber donde estan, boqueando, esperando llover sobre las olas.
Nos reimos cuando los vimos nadando en los rios blancos, palidos, nevados. Nos reimos cuando nos preguntaron donde estaban las nubes de las que tanto hablabamos, y desde donde se llega al cielo.
Luego abrimos su libro de destino y miramos nuestra runa, orgullosos. Nos reimos y ante sus ojos de pez desplegamos las alas y subimos muy alto, alto hasta la primera estrella.
Eso fue el primer dia.
Y al siguiente dia llegamos hasta la segunda estrella.
Y al tercero nos rodearon las estrellas.
Y nuestras alas se incendiaron en su fuego.
Se nos fue el cielo y el destino. Y vimos al Holandes Errante, dibujando un signo bajo una runa en mitad del universo".
Se encontro un bloque de sal en la playa.
Dentro latia un corazon de conchas.
Las primeras huellas de la mañana se perdian en las primeras calles de A.E.I.O.U., en los informes de los Avistadores se mezclaban magia y daños en mobiliario urbano.
Y entonces, desde la ultima ola que se llevo la ultima sal, se escucho una melodia cortisima. Los Avistadores fueron trasladados y la investigacion, por rutinaria, no se llevo a cabo. Las personas que vieron el bloque de sal perdieron la mañana de ese dia. Durante noches se soñaron, gritando, en una playa.
Y Atrio, por supuesto, se levanto ese dia mas tarde que nunca, desde un sueño enorme y agotador.
Escribe en una servilleta:
"Los timidos debemos tener mucha mano izquierda con nosotros mismos"
La chica le dice:
"No pareces nada timido"
Y el responde:
"Solo estaba recordando"
Y ella:
"No desperteis al dulce duende... acogeos al ciclo de la araña, al clan del lobo..."
De tanto recordar, estan a punto de olvidar el club. La noche ya es accion-reaccion:
"Pedir un taxi, es lo mas sensato".
Todos los nombres estan en una caja, junto al troquelador. Crea la plantilla con cuidado, anoche conocio en la intimidad a Italo y Tea.
Csuabo ha tenido amistad con 206 personas. Tiene 25 años.
No le preocupa que otras personas tengan miles de amigos, que sus puzzles ocupen habitaciones enteras. Lo que le preocupa es que vayan desapareciendo piezas segun se haga mayor. Que alguien muera, que alguien le odie, que retiren su amistad, o que simplemente se pierdan en las calles, sin ninguna razon, y olviden sus puzzles.
Entonces seria demasiado consciente de que su vida se estaba vaciando, que podia acabar como un globo de piel, sin recuerdos.
Al menos, cree que eso le preocupara en el futuro. De momento, tiene dos piezas mas a las que unir su relato de vida.
Sigue añadiendo y cuando termina el nuevo puzzle, ve que no le falta nadie, y sale al balcon con un refresco en la mano.
En la ventana de enfrente, una viuda reciente descubre que en su nuevo puzzle no encaja ninguna de las piezas.
En el piso de abajo, un anciano sonrie con un puzzle de cinco piezas entre las manos.
Csuabo mira sus 206 piezas. Recuerda las 1304 piezas de Italo, anoche, en su casa. No lo envidia. Dice: "No lo envidio". Mira sus 206 piezas y mira el lugar que ocupa Italo. Al lado de Italo ve a Paupag. Paupag, que encaja siempre tan bien...
El puzzle de Paupag tiene 83 piezas, nunca piensa si quiere mas, porque solo construye su puzzle por obligacion, y le pide a Csuabo que cuente las piezas que tiene, y que lleve el numero al Deudor.
Son jovenes, para ellos la ciudad es aun de papel. Su barrio no tiene calles.
La ciudad esta empezando un nuevo gobierno. Se habla de prohibiciones, de nuevos puzzles con valores predefinidos por la Maquina Local...
El pozo esconde un lugar en el Valle Ardid de Opol. Si se visita el espacio del mapa en que se encuentra ese lugar, solo aparece una tormenta tras enormes muros de cristal.
El agua del pozo es una pantalla de sentimiento, los destellos que se ven marcan el lugar donde se crea el sentimiento de la persona que mira. A veces las luces crean figuras. Entonces nace una runa, y un hecho queda marcado en el futuro.
El pozo no es un lugar secreto, se conoce en el momento de nacer. Y entonces se decide como llegar...
Atrio, amante de la sal, vive en Midos desde que un dia se levanto alli. De lo que paso anteriormente no recuerda nada. Puede que siempre haya vivido en Midos, como seria logico, o puede que no haya vivido antes.
Hoy se levanta como se levanto aquel dia en que se desconocia, saluda a los que estan en la calle desde su ventana pequeña y saluda al dia desde su ventana grande. Se pone un calcetin y luego otro, mira unas fotos y no logra recordar.
Algunas mañanas pinta cuadros, y por la tarde enmarca los que le pintan sus amigos.
Otras mañanas, cuando se levanta tarde, se dedica a cocinar, y a las doce de la mañana invita a una amiga a comer.
Hoy se ha levantado tarde, y ha inventado un menu:
1er plato: Salvacion de carne
2o plato: Pan de arcoiris
3er plato: Rumor palatal
Sonriendo, Atrio esta a punto de abrir la puerta, le gusta que el timbre no pare de sonar...
La espalda de los corsarios del mar Tenebre se abre a si misma para que podamos leer "TIERRA!". Espaldas llenas de islas, en los mastiles de los barcos se lee niñez y deseo y desapego, en sus velas casi todo queda escrito, y en sus mapas se habla de dolor.
Todos ellos ven la sombra del que les aleja de puerto, al que abandonaran sus cadaveres sin una caricia. Ellos miran todo lo que esta escrito en sus barcos. Aprendieron tanto de el, en tantos viajes...
Escuchan que fue visto en un faro, que ya fue mostrado a la arena hace muchos años.
Aquel hombre - porque era un hombre - escribio en el mar un signo, y estuvo escrito el destino de todos los que navegan.
Este papel runico fue escrito en A.E.I.O.U. por Reb, la asesina de flores de Opol. Caleb pago con un jardin en llamas este mismo papel donde su destino sistole-diastole fue extinguiendose. Lo encontro un Niño de Electricidad en un bolsillo recortado en la propia carne de Caleb, junto al Barrio de los Postumos de Midos. Este esbozo de destino escribio Reb para el muerto, y las cosas que ella dejo de contar aun se mueven en las fuentes luminosas de los patios:
"[...]Cuando creci, los robles eran tan altos ya, y yo no sabia mis confines. Fui atras y tambien fui hacia adelante, siempre en rojo, siempre durmiendo donde nunca fui. Y llego, llego el amor como un espejo llega cuando deseas verte. Y el amor me vio, y yo me traje.
No volvio, no existi.
Ahora estoy muerto, espero a los colibris[...] un tiempo y ocaso, cuando muero, cuando muero estoy aqui.
Y lo que queda no existe.
Mi vida no es triste, es solo el residuo de lo que vivire. Soy Dios, mi mirada esta torcida. Mi mirada es el dolor y es la desgracia. Compadeceos, vuestra fe pertenece a vosotros mismos, haced de vuestra vida un hato y lanzadlo, lejos, donde nadie,
ni nada...
no tengais fe, os pertenece[...] el sueño es mas profundo que la nada. Y la risa da mas ansia, crea sueños, extingue fuegos.
Dadora de vida, la risa es quien duerme y es dueña[...]"
En la region solo hay mujeres, de grandes vientres, de color rojo, de manos asperas. Son necesarias varias de sus voces para que se escuche la palabra, por eso nunca pueden dar su amor en la intimidad a los viajeros.
Para ellas la vida no basta, necesitan perdurar, asi que ponen sus vestidos a los arboles y en su corteza narran su vida, escriben lecciones para otras en las sombras que va dejando el sol.
La mujer que no es imprescindible es juzgada por hombres y llevada a los confines. Estas son las mujeres mudas que aparecen cada dia desde ningun sitio en A.E.I.O.U., donde escriben cartas a los amantes de otroas a cambio de pan, leche y flores.
En la region hay una gran mujer que descubrio en su escritura el misterio de los hombres. Desde entonces sufre partos, se desgarra cada hora por la vida de la ciudad. Vive con una niña, la dueña de las vidas que creara. La niña se dedica a lanzar piedras al pozo para que nunca nazca un niño, y aprende lecciones de la gran matrona entre parto y parto.
Las mujeres han aprendido a ser obedecidas por los animales, han desgarrado la tierra y han extraido oro y el temblor de algun volcan.
Sus casas rojas se encadenan a la tierra cuando la region esta rodeado por flores y arbustos, y alli se dejan perder a veces algunas niñas, algunas ancianas, buscando la poesia en la naturaleza prohibida.
Y vuelven con una verdad.
Y son juzgadas y llevadas a los confines...
En las avenidas las copas de los arboles son nubes, con mujeres que van y vienen a traves de los ascensores de los troncos, mujeres que se comen la tierra. Niños saltando sobre estatuas de elefantes blancos, creando un viento que remueve los balcones llenos de mar. Alli hay caracolas que suspiran por las cuerdas vocales que les arrancaron las sirenas.
Un cruce de barcos abarrotados de gente con banderas, sus semaforos se apagan cuando el dia esta triste. Entonan luces de cambio de estacion.
Heridas en las montañas donde nacen las aves que traen los sueños y los animales que enseñan los caminos.
Un barbero al que le crece mientras duerme una barba larguisima, y a la mañana siguiente todos los hombres amanecen rasurados. Pasan por su puerta, dejan un boton, el lazo de su zapato izquierdo, una figura de cera,... y le dan las gracias.
Los lapices de montaña que rectifican el contorno del paisaje.
La araña de lino que teje las cosechas.
Un hipopotamo de uñas afiladas, un canguro que con su ultimo salto sube a dormir al cielo.
Y cuando ha llegado esa hora, las panteras corren detras del sol hasta que lo desgarran y aprietan un trozo debajo de cada ventana...
Y al dia siguiente, los canarios cantan un nuevo sol...
Aqui estoy, en los limites que no se sobrepasan, bajando a la primera piedra de mi primer mundo. Preguntandome hoy sobre las esquinas:
¿Permitire que en mi mundo la gente no sepa que o quien se encontrara al girar la esquina?
¿Puede un edificio de planta circular tener esquinas, si planteamos como hipotesis que una esquina es lo que nos impide ver que nos encontraremos al girarla?
Y sobre todo: ¿Me conviene una clase obrera que no pare de construir esquinas, que no pare en todo el dia y que proteste por las esquinas, que clame al cielo con la poca clase de hacerlo delante de un bocadillo de mortadela?
Y despues: no, las esquinas de mi mundo serviran solo para plantar enredaderas, de las que llegan hasta el cielo y atrapan los espejos y se meten en el corazon de los amantes. Mil hojas verdes con flores enormes en las axilas (si, si, en las axilas), torres de flores que besen el agua, den cita con el medico, acunen a los niños, asusten en los callejones...
Este mundo sera con ellas, si, sera cambiante, si, sera creciente, crecera a velocidad lunar, y los niños en las escuelas aprenderan nuevas matematicas en base a los numeros Fibonacci...
En Midos los jardines son simbolicos. Sabiduria, amor y belleza geometrizan los paseos en compañia de los midaicos. La lluvia al caer sigue el ritmo de los corazones.
Existe un Oraculo Gris, que permite florecer en las fuentes los dias de los que no aman la vida.
Los gatos son ariscos, tienen manchas de color violeta en los ojos. Segun los veterinarios cobijan a las madres de las rosas en su vientre. Los gatos traen las voces de una boca a un oido con su agilidad, sin gatos nadie sabria nada de las palabras de los demas, Midos seria un gran silencio.
Las calles tienen musculos enormes, simetricos. Cuando cae un relampago, hacen vibrar los almendros de las plazas, y derraman lagrimas de terror que los riegan y les hacen florecer y madurar muy rapidamente. De esas lagrimas aprenden vida los midaicos, por eso, y a pesar de cierta oscuridad, son seres que no se dejan atrapar en ningun laberinto. Hablan mucho, nunca mienten. Sus vidrieras son las mas hermosas y coloridas de lo desconocido, alumbradas con velas rojas que crecen con los suspiros de los habitantes.
Atrio es un escultor de sal. Atrapa sal ciclopea en las grandes mareas y luego la esculpe en sueños junto a la playa. Al despertar, Atrio ha recuperado su casa, y ha perdido la estatua. Nunca lo recuerda, pero por toda la ciudad se pregona acerca de un cincel en la noche.
El Mar es el enemigo de la Muerte, alli. La maltrata duramente, lanza contra sus andrajos peces terribles en su lucha secular. Hay periodos en los que parece que Midos es una region de inmortales, y despues aparecen algunos muertos...
...De aqui surge el miedo en Midos...
Probablemente me pidais alas, muchos de vosotros me pidais alas para descender muy despacio sobre las piedras. O quiza no, quiza deseeis volar rapido como colibris, con alas de colores invisibles, quedar inundados libando opio junto al jardin de las delicias.
Hare una luna con alas y algunos libros con alas. Alas negras para mi, que me hagan importante. Alas blancas que se ericen al sol, o alas plegables para los que deseen, y solo si lo desean, ser pobres o muy pequeños.
Y un mar alado que vaya y venga y nos moje y nos devuelva a la vida...
Grandes puertas con bisagras que se abran, aleteando, al mar...
...A una vida llena de alas.
Me he comprado una libreta pequeña, con las hojas de colores... observo en ella mi letra, nunca ha sido una letra bonita, pero siento q cada vez lo es menos.
Ultimamente he visto unas pelis en las q alguno de los personajes tenia q escribir una especia de diario en una de estas libretas con hojas de colores, cada color significaba un estado de animo... un bien o un mal... un hecho o no hecho... y yo no se si la he comprado consciente o inconscientemente.... ni q color aplicar a cada sentimiento. De momento la he empezado en la primera pagina (algo q no recuerdo haber hecho jamas) siempre he dejado la primer pagina en blanco... podria significar muchas cosas, pero la verdad es q con el tema del tabaco, no soy capaz de asociar nada a nada q no sea tabaco. En fin q se me acaba la primera pagina (por cierto es de color azul)
Saludos, desde las oscuras brechas de mi pelo....
hoy es un gran dia, un dia de esos q debere recordar mientras viva...o eso creo
dia de renovaciones...
o de sustos...
o de tragaluces.
saludos desde las oscuras brechas de mi pelo...
"...with a dead box of stones and spoons..."
desencadenante de su finlas autenticas clavesexcepcionalmente bieninmediatez y el vigorElla misma se sentia cada vez mas pendiente de una duplicidadmomento de la pasioncompensar su desasosiegoempieza a acosarlo con tales muestrassin advertirlola aconseja sobre que tipo de peinados mas alla de estereotipos y clichesse estremece con "seguir la huella de sus primeros pasos"
(Mensaje Sin Rumbo recibido en plena cabeza, y a partir de hoy en adelante cada madrugada, autorizado por el famoso timido Lolloplop)
Hace poco me reuni con un Grupo de Eternidad, querian hacerme algunas preguntas acerca de sus Hombres de Arcilla. "Consejos para el alma, Quienseas".
Ni por favor ni leches... que nos los des que nos aburrimos.
"Despues del juicio"- conteste.
Se quedaron aterrorizados.
"¿Que juicio?... nadie habia dicho nada de un juicio!!"
Yo me limite a sonreir...
Es terrible tener ya estas perspectivas sangrantes, con tan poco tiempo transcurrido desde que me apodere de este local entre las estrellas...
"Alucino con este tio!!"
Y yo con ellos... no se de donde han salido...
Vi que me iba a explotar la venita de la egolatria, y decidi no correr el riesgo... les di una clave...
"Escuchad: E = mc2"
"Aaah, bueno..."
Quede como un rey, hubiera sido perfecto si luego no me hubiera preguntado:
"¿Que me sucedera despues de morir?"... y, "¿Que puedo hacer hoy, ahora, que incida decididamente en dicho desenlace final?"
Y luego:
"¿E2 = (p2c2) + (m2c4)?"
...los que vivamos o paseemos por aqui...
Una ayuda seria no sentir que alguien salio de una pelicula. La cercania seria la razon para amar, nunca el sueño de otro. Las espinas tendrian forma de las cosas que odiaramos, para que al observarlas clavadas en nuestra piel supieramos que nos duele....
Atras, muy atras, quedaria el cloroformo y la nada de los hospitales, los arboles siempre sin madera, el pisar de nubes en las espinas, los dactilografos... pero no los osciloscopios...
Y nada como aparecer con un juego de damas, para empezar a amar con sinsentido... para crear un caos detras de los sacos de harina, y amarse con los dedos hechos tierra y primavera....
(N. del T.: Este post metamorfoseara siguiendo los patrones de los partes meteorologicos)
...Y el pasado y el futuro...tambien abolidos...me siento tan fuerte en mi estupidez...
Presente, animalidad, ser un alga con camara...
National Geographic...
Un leon sin leoparda...
Y Copito de nieve, en Andromeda, o en la nada, que viene a ser lo mismo, TAN relajado...
Pero no es el momento, mas albinos no, solo presente...
Nimbos, nimboestratos, cirrocumulos, cumulonimbos...
Es imposible no llorar...
Cosas que no incluire en este mundo:
-El polvo
En cambio, me gustaria mucho un bosque con arboles que den zootropos y kinetoscopios. En verano, si decido que exista un verano, cuando sople el viento debe ser un placer formar sendas de paseo entre esos semilleros.
Me preguntaba tambien si los arboles son oviparos, es decir, si las semillas son huevos... esto se presta a una divagacion eterna, del huevo a la gallina pasando por Samarkanda...
Samarkanda...
...Prefiero no hablar, solo dire que mi mundo no incluira desintegracion, pero si metamorfosis...
Tejiendo cielo, tejiendo cielo, y pensando en como crear al golem, he pensado en runas, y luego he pensado en la runa de Odin, la unica que no tiene simbolo...
Es una runa vacia, y simboliza lo desconocido, asi, en general. Luego he pensado en que todos llevamos esta runa invisible en la frente, como el golem llevaba la que le hacia levantarse de buen humor a las cinco de la mañana(*)...
Pero me equivoco, el golem la llevaba detras de los dientes...
Seguramente tendria que cepillarselos con cuidado, para no abandonar la consciencia, si es que quedaba algo de alma en ese barro...
El caso es que yo cuando me cepillo los dientes siento que se me descoloca la runa...
Mejor tejer, tejer...
Haegl, Hagalaz, las fuerzas destructoras de la naturaleza...
Perth, Peorth, la iniciacion, los misterios...
Tejer runas para mis montañas y mis rios...
Para mis jardines...
(*)N. del T.:Para los mas jovenes: la mañana es cuando en el reloj aparece la nomenclatura A.M... Ej.: las "5 A.M." serian las cinco de la mañana...)
"Un equipo de astrónomos descubrió evidencias de que las estrellas similares al Sol son capaces de devorar a los planetas que orbitan a su alrededor.
Un equipo del Instituto Astrofísico de las Islas Canarias descubrió con un espectrómetro que la estrella HD82943 se había comido al menos un planeta.
La prueba incriminante, la presencia de litio-6 en la atmósfera.
Este isotopo particular del litio se destruye rápidamente en las etapas más tempranas de la evolución de una estrella y por lo tanto no debería encontrarse allí.
Sin embargo, permanece intacto en los planetas".
"...y no devoro mas porque estoy llena" - confeso poco despues la estrella a los medios.
Se me ocurre una historia sobre una estrella de cine que, obsesionada, devora las escenas de las peliculas en las que aparece...
Uy!! os dejo, que se me viene abajo el arcoiris!!!
Me pregunto a cuanto venderan la atmosfera modificada...esta claro que voy a necesitar algo de atmosfera, soy muy clasico. No me gustan esos planetas de diseño, con troozopo o mante...
No, yo una atmosfera, aunque sea artificial...
Y un invernadero, para guardar los inviernos...
Y un caballo herido, y su sangre...
Va a ser dificil crear un cielo, pero ya me contaran mis abuelos...
Y como la luna vive tan cerca de mi...
Ella tambien sabra...
Ante todo muchas gracias...
He caido aqui y esta lleno de polvo, no se cuanto tiempo tardare en tenerlo todo limpio, yo que no uso escobas...
Pero bueno, para eso esta la nada, para ser llenada, o no, o todo o basta...
Basta...
Somos demasiados para un solo teclado y asi nunca llegaremos a ningun fin...
No queremos llegar, apreciamos la cobardia...
Asi que hoy hemos pisado tierra...
Ahora...
...a crecer!!!